En el año 2000, la revisión de la LOGSE invitaba al optimismo. Habían transcurrido diez años y el inicial acercamiento de posturas parecía indicar el camino adecuado. La mediocridad a la que se había llegado con la LOGSE parecía estar tocando a su fin.
Cada vez eran menos los que se oponían a dicha revisión. Entre los docentes, la ley de educación socialista había perdido todo su prestigio. No es necesario recordar que la LOGSE se aprobó de espaldas a los docentes y, a los diez años de su aprobación, no se trataba de hacer una reforma de la reforma, sino una intervención de urgencia, ya que la ley “…había demostrado su absoluta incapacidad para preparar a toda una generación para enfrentarse a las exigencias técnicas y científicas del mercado de trabajo moderno”.