Por el bien de España y de los valores ‘populares’, frente a la falta de rumbo que representa Mariano Rajoy, habría que haber impedido democrática o éticamente que llegara al congreso como candidato único.
Un congreso a la búlgara siempre es el hazmerreír para la ciudadanía, el engaño de la democracia, el esperpento de la modernidad y la pérdida de confianza por parte de sus socios europeos. Nunca entenderé que Ruiz-Gallardón se mantenga sin ‘tirarse’ al ruedo de una vez por todas. Bien es verdad que Rajoy tiene cogidos por los ‘formatos’ a la mayoría de los compromisarios y ocupantes de la planta noble de Génova..
España se merece algo más que la ambición, la dejadez y el desconcierto del principal partido de la oposición. La ciudadanía no puede consentir que se rían de ella; máxime cuando es patente que quienes apoyan a Rajoy lo hacen por temor a perder las numerosas ventajas con las que les arropa el partido; aunque entre bambalinas despotriquen por la falta de líder en el partido. Pregunten, pregunten, en Salamanca, Palencia, Valladolid, Segovia,… Y lo hacen los propios diputados y senadores del PP, lo que quiere decir que hay ‘cadáver’ en la bodega del partido.
Quienes apoyan desde el compromiso a Mariano Rajoy saben que están en minoría. Su afán de permanecer próximos a donde se toman las decisiones se ha convertido en una despreciable obsesión. No tardando, sus fieles acabarán ‘haciéndole los perrillos’ al aire libre. Al tiempo.