Se les ha dado cuerda y se sienten dueños del cotarro. El hecho de ‘no dar ni un palo al agua’ hace que tengan intactas las fuerzas para el insulto, la consigna irreverente y, muchas veces, la amenaza. Nos referimos a los sindicalistas liberados y a su burda actuación en la tribuna de invitados de la Asamblea de Madrid. Una actuación que se extiende a otros actos y que inutiliza a los sindicalistas como representantes de los trabajadores, convirtiéndoles en un claro sector de rechazo y desprecio para la ciudadanía.
Madrid absorbe a la mayor parte de la juventud con titulación universitaria de otras comunidades autónomas limítrofes, ante la falta de proyectos, las políticas de desconcierto y la dejadez de varios Gobiernos autónomos; tal es el caso de Castilla y León, La Rioja y buena parte de Castilla La Mancha. Ello pone de manifiesto que el Gobierno de Esperanza Aguirre trabaja con dedicación y perspectiva de futuro. “Madrid es la salvación de Castilla-León”, como se oye con frecuencia a algunos expertos en economía.
Seguimos sin entender la postura de los sindicalistas liberados. Tiran piedras al tejado que les cobija y muerden la mano que les alarga el pan. Parece como si el sindicalismo de clase, cada vez con menos crédito, pretendiera llevar la batalla a la calle. Sin duda, plantearla en Madrid tiene mayor repercusión.
Los sindicalistas van contra corriente. La ciudadanía no entiende que la ‘atacada’ sea Esperanza Aguirre, cuando deberían atacar a la incompetencia, la inutilidad, la dejadez, el desconcierto, el abandono a los trabajadores y el desprecio a la ciudadanía. Y todo eso lo representa el Gobierno de Rodríguez Zapatero.
Alguien tendrá que explicar algún día la cerrazón sindical. Con la que está cayendo es imposible entender que ni siquiera el 1º de mayo plantaran cara al Gobierno que más paro ha creado y mayor cantidad de puestos de trabajo destruye en toda la Unión Europea. Es el único país donde se sigue destruyendo empleo a diario y donde más lágrimas generará la agudización de la crisis.
Los sindicatos se mantienen cruzados de brazos, mientras sufre la población trabajadora. Millones de euros procedentes del Gobierno mantienen callados a los sindicalistas y vendidos a los deseos gubernamentales. Es el conocido “dame pan y llámame perro”.
Ya no se puede esperar más. Tan pronto se abra la Constitución para efectuar los cambios pendientes, una de las cuestiones que no pueden quedar como están es el mantenimiento de los sindicatos con cargo a los presupuestos generales del Estado. La sociedad española no puede seguir ciega y pagana, como no puede seguir sorda y atolondrada.
Incidimos en esto último, porque es incomprensible la actitud amenazante de los sindicalistas en la Asamblea de Madrid. Como es inaceptable el seguidismo de un sector de socialistas de la Asamblea; sector que se apunta a un bombardeo, con tal de salir en la foto y dar muestras de su retro-progresía, que es como hablar de sentido común adulterado u ocupar cátedra de meditada estupidez.
Aún nadie ha explicado la insensatez sindical que, dicho sea de paso, es cada vez mayor. Aguirre ha dado muestras suficientemente probadas sobre cómo y por qué la Comunidad de Madrid es la que menos deslocalización empresarial tiene en España, y a la vez la comunidad que más empleo crea a diario y la de menores pérdidas en el sector industrial. Pero eso a los sindicalistas les da lo mismo: ellos están blindados contra el paro.
Pues la cosa es bien sencilla: En los Sindicatos llamados de clase, que están creados como granero de votos y fuerzas de choque de los partidos, están los más tontos y vagos de cada empresa.