María Antonia Iglesias, o ‘la chota’ Iglesias, como se la empieza a conocer en el mundo tertuliano, otrora ex directora de informativos de TVE en la época de Felipe González, se saltó tres pueblos de un solo brinco en su enfrentamiento con Miguel Ángel Rodríguez. Su no saber estar, su aversión a quien no piensa como ella y el saberse despreciada por un cada vez más amplio sector de la sociedad española le llevó a insultar a un periodista y novelista muy respetado en el mundo de la información y de la comunicación.
Eso de no tomar ‘la pastilla’ a tiempo hace que gente como Iglesias quede a la altura del betún y, a veces, más abajo. Esta mujer, imitadora de periodistas, debe de pensar que sus verdades son eternas y, en este sentido, me recuerda una vieja afirmación de Juan María Bandrés cuando decía que las verdades eternas trasladadas a la política son un primer paso hacia el totalitarismo.
No hay duda de que M.A.R. (Miguel Ángel Rodríguez), ha cambiado bastante en estos últimos años. Es evidente que no es aquel periodista bravucón que trabajaba hace años en el diario “El Norte de Castilla” y que parecía proceder de las filas del comunismo radical más reaccionario, bien es verdad que la derecha supo amansarle y atraerle hacia sus filas hasta convertirse en un fiel defensor del conservadurismo de Aznar.
En Castilla, y más concretamente en Valladolid, se recuerda a Rodríguez Bajón con cierto aprecio por su rigurosidad en el tratamiento informativo. Ni que decir tiene que su caché subió considerablemente tras su novela “El candidato muerto”. Tristemente alguien llegó a acusarle, también, de ser el autor de la lista negra de periodistas de Castilla y León, cuando trabajaba con José María Aznar en la Junta de Castilla y León. El tiempo demostró que era un error la acusación y que muchos periodistas de izquierdas habían quedado con las posaderas al aire. La poca valía de muchos periodistas de la siniestra castellana no solo fracasó, sino que utilizaron un mecanismo de compensación para esconder su ruindad y su nula preparación.
Si bien hay opiniones para todos los gustos, lo cierto es que durante el programa Miguel Ángel Rodríguez supo estar a la altura de las circunstancias, cosa que no se puede decir de ‘la chota’ Iglesias, quien, por cierto, salió por la puerta falsa y con el culo caliente. ¡¡Ay Antoñita, Antoñita, deberías saber aquello de la mujer del César: además de serlo hay que parecerlo!! ¿Y vamos a tener que seguir padeciendo a este energúmeno de mujer en el programa? ¿No ha quedado suficientemente desprestigiada como tertuliana televisiva? ¿Hasta dónde está dispuesta a llegar la siniestra socialista?
Después de escuchar a María Antonia Iglesias, ‘la chota’, decir lo que dijo sobre M.A.R., cualquier ciudadano está legitimado para dirigirse a ella con las expresiones más insultantes. Ha perdido su crédito, si es que algo tenía; pues para muchos tertulianos y oyentes no era más que la pimienta ocasional que acababa pudriendo los debates serios y convirtiendo los menos serios en simple recochineo con cruce de insultos y opiniones de procedencia sospechosamente socialista.
Suponemos que, por poner un ejemplo, no le hubiera gustado a ‘la chota’ Iglesias escuchar del propio M.A.R. que era una “¡jodida p… y una feminista repugnante!”. Donde las dan, las toman, María Antonia. Y en lo sucesivo ya sabes a lo que te arriesgas. Ha abierto la caja de los truenos y en lo sucesivo puede encontrarse (de hecho se lo encontrará) lo que no busca. ¿Qué no escupiría por esa boca de odio y rencor si ella hubiera sido la víctima de obscenos insultos, como los que habitualmente practica y difunde? ¿O piensa hacer lo que ‘Maleni’?
Hace apenas unos días, la ministra de Fomento, doña ‘Maleni’ Álvarez, dijo a un parlamentario del PP que si eso mismo se lo decía en la calle le llevaba al Juzgado. Fue algo así como: “¡si tienes c…… sal a la calle!”. Frase muy apropiada para los matones, para los creadores del GAL y para cierto tipo de ratas. Tanto a ‘Maleni’ como a ‘la chota’ Iglesias habría que recordarles lo que decía Cruzalta sobre la cortesía al compararla con el aire de los neumáticos: no cuesta nada y hace más confortable el viaje.