Siempre me he comunicado con todos los españoles en un idioma que se llamaba español, no sólo en España sino también en otros países… hasta que los catalanes empezaron a llamarlo «castellano». La razón, que para mi parece obvia, es que al llamarlo castellano ya desaparece su ámbito nacional, ya no es el idioma común, ya no es el vernáculo, sino que parece el de una sola región: Castilla.
Bien es verdad que el español nació del castellano con aportaciones del árabe (unas 4.000 palabras), del berebere, del francés, del inglés y otros idiomas europeos, así como de muchos idiomas nativos de América Central y del Sur, como el aimará, quechua, azteca, guaraní, caribe, etc. Entonces si llamáramos al español como su idioma de origen, el castellano, tendríamos que llamar “berebere” al vascuence-euskara y “lengua de oc” al catalán. El origen berebere del vascuence está ampliamente estudiado por A. Arnáiz Villena y J. Alonso García en libros publicados por la Editorial Complutense, Madrid (Por ejemplo: “Caucásicos, Turcos, Mesopotámicos y Vascos”).
Como viajo por esos mundos no puedo decir en China, verbigracia, que quiero un traductor que hable castellano porque se partirían de risa.
Al ser miembro benefactor de la Real Academia de la Lengua siento que debo de tratar de aclararlo.
El resultado de marginar al español es sacar las cosas de madre, de quicio, y perjudicar a muchos niños españoles cuando, de mayores, tengan que buscar trabajo, pues el español lo hablan unos 500 millones de habitantes; segundo después del inglés y antes que el chino “mandarín” o “pu-tunjua”.
Amando de Miguel mencionó que el español es uno de los muy pocos idiomas universales, como el inglés, pues hasta el mencionado chino allí llamado pu-tunjua es tribal, idioma de la tribu o etnia “jan”, pues también lo llaman allá el “janés”.
— Manuel Mateos.
(Publicado con permiso del autor).