De todos es sabido que los sindicatos clasistas se han ganado el desprecio de la ciudadanía. Se lo han ganado por dos motivos fundamentales: por la colaboración permanente con el Gobierno socialista, a pesar de los casi cinco millones de parados, y el desprecio a la clase trabajadora.
Precisamente, sabiendo que han pasado del desprecio al rechazo más absoluto, han dejado de preocuparse por los problemas que le son comunes a la ciudadanía. Ya no les interesa el paro, ni el crecimiento del número de parados, ni la reforma financiera, ni la laboral, ni siquiera la I+D+i en la que está instalado el futuro de la sociedad. Ahora les interesan los contenidos de los cuentos infantiles, su carácter sexista, su estructura machista y su blandengue narrativa.