La Administración educativa se suele cubrir las espaldas con probada cobardía, aludiendo a que la normativa sobre convivencia en los centros docentes se debe adaptar a la tipología de los mismos; pero no entra en el meollo de la cuestión cuando se refiere a Escuelas Oficiales de Idiomas, Centros de Educación de Adultos, Escuelas de Arte y otras tipologías bastante abandonadas por desconocimiento puntual de las «cabezas pensantes» de la Administración autonómica. Siempre deja al profesorado para que en los Reglamentos de Régimen Interior regule lo que estime conveniente, aunque a la hora de la verdad la «función inspectora» suele actuar en los casos de indisciplina en clave de «operación cagada», desidia incluida. Damos fe.
¡Hace falta estar aturdido para legislar así! De pena y de vergüenza. Y mientras vegeta la Administración educativa, tanto la central como la periférica, los equipos directivos sufren las consecuencias, a la vez que sujetan el sistema educativo, junto con el resto del profesorado. Si Valery decía que «un hombre competente es el que se equivoca según las reglas», lo cierto es que ese pensamiento no sirve para la Administración; aunque el espíritu proceda de las personas que la conforman.