Hace tiempo que avergüenzan a buena parte de la clase trabajadora. No suelen dar un palo al agua; se han convertido en empresas públicas, a favor del mediocre Gobierno socialista; son sindicatos del Gobierno, sin más; alientan la dejadez e instan al trabajador contra el empresario, cuando los sindicatos de clase tienen mucha culpa de la actual crisis y del paro… ¡Y lo saben! Hacen demasiado ruido, pero carecen de eficacia, eficiencia y efectividad.
Los presupuestos generales del Estado no pueden alentar parásitos, mantener a inconsecuentes, pagar a irresponsables, apoyar banderías de clase o estar dando tantísimo dinero a esta gente que ha dejado de representar a la clase trabajadora. “¡Es que no quiero que me representen estos tíos!”, se oye decir con frecuencia a los trabajadores.