Estoy seguro de que a Pedro Castillo le entraron sudores bajo el sombrero de cuatrero ridículo y comunista rural cuando comprobó que estaba más solo que la una. Las renuncias masivas de su gabinete han sido el resultado de temores fundados a ser encarcelados y acusados de corrupción y alta traición. De momento ya los acusaron de sediciosos, mucho más grave que la sedición en España, confundida por algunos jueces cuando tenía todos los ingredientes, menos el uso de armas, para ser rebelión en toda regla.
Ya quisiéramos tener en España una Judicatura fuerte y sensata como lo ha demostrado la peruana. Allí los jueces dan la cara ante los gobernantes, aquí se esconden, aunque vuelcan la ley en «roba-gallinas» y poco más. Ni siquiera demuestran la entereza de enfrentarse por dignidad con el «Ministerio de Violadores» ni con la «ministra de violaciones»