Apenas han transcurrido unos días desde el asesinato de dos guardias civiles y el PNV ya empieza a ‘cabrear a la marrana’, como se suele decir de quien se convierte en ‘institucional soplagaitas’. Es la tónica que hemos advertido en los últimos años en el partido que preside Iñigo Urkullu. Tras un atentado se santiguan, cual creyente ‘meapilas’ y, no más allá del día siguiente, las lágrimas de cocodrilo se convierten en licencia y deseo de negociar con los terroristas de ETA, los mismos a quienes el PNV ha apoyado, alentado y aplaudido durante su Gobierno ¿o deberíamos decir desgobierno?. Un apoyo que hoy hace sin disimulo de ningún tipo.
Esta vez le ha tocado aventar barbaridades a José Erkoreka. Desde el PNV que, dicho sea de paso, mantiene una extraordinaria sintonía con ETA y el entorno abertzale, se ha puesto el ‘grito en el cielo’ por las palabras del ministro de Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, respecto al repudio e imposibilidad de negociar con la banda asesina. José Erkoreka, haciendo alarde de su ignorancia respecto a la banda y convencido de que la negociación “es obligada”, no ha dudado en decir que el ministro “se ha pasado de la raya”.
El hecho de que José Erkoreka piense que la negociación es “obligada”, pone de manifiesto el apoyo y sintonía del PNV con la banda asesina. Un apoyo que se ha reflejado en las permanentes ayudas al entorno abertzale y en las reiteradas ocasiones en que ha ‘mirado al tendido’ mientras ETA asesinaba. No hay duda que Erkoreka pretende hacer méritos y medrar en el partido, además de hacerse notar, aunque sea de forma vulgar y con atropelladas manifestaciones.
El rechazo al final dialogado de la banda es lo que apoya la ciudadanía española y vasca, salvo las excepciones que ya conocemos y que se han acostumbrado a vivir en un infierno de sangre y sinrazón, donde todo indica que también se ha instalado el PNV. Un Partido Nacionalista Vasco que, además, cree liderar el sentir vasco; precisamente ese pueblo al que tanto daño ha hecho, por dejadez y holgazanería, aprovechándose y sirviéndose de las nueces que le proporcionaba la banda asesina. Han sido muchos años de vivir de la política complaciente, salvando su cobardía hacia la banda, y rentabilizando el indigno trabajo de otros.
El PNV aún no ha encajado el nuevo deseo de la sociedad vasca. Un deseo que pasa por trabajar por la paz y la concordia, frente al revanchismo, la estupidez y la mala fe que ha abanderado el partido de Urkullu. Ahora pintan bastos y es deseable que sigan pintando durante mucho tiempo. «Se ha equivocado la mitad y otro tanto», ha dicho José Erkoreka de Pérez Rubalcaba, mientras España aplaude el ‘desmonte’ del PNV del poder y reconoce la seriedad que esta vez ha demostrado el siempre sospechoso, Rubalcaba.
Tan solo apoya a Erkoreka el sector abertzale y su panfleto liberticida, GARA. Las palabras del ministro sobre ETA se ven como una amenaza a la izquierda abertzale. Da la impresión que no saben leer y muchos menos interpretar lo dicho. Es la eterna canción, siempre pretendiendo volver la tortilla a su antojo y conveniencia. Es el mismo caso de las conversaciones durante la tregua-trampa: todo lo que no fuera ceñirse a las pretensiones e imposiciones de los asesinos, no era democrático y suponía un atentado a la libertad y a la convivencia. Pues de aquel lodazal tenemos este patatal.
En el PNV solo admiten la fórmula de la negociación con la banda asesina. José Erkoreka va más allá y, rizando el rizo, entiende que «este tipo de contactos no es que sean lícitos, es que son obligados en un gobierno responsable». Y se queda tan pancho, como si hubiera descubierto un nuevo horizonte. Para ello acudió al contenido del Pacto de Ajuria Enea y a la resolución del Congreso de 2005. Pues no lo duden, después de las treguas-trampa de ETA, si hay que reescribir el aludido pacto, pues se reescribe. Y si hay que dejar sin efecto la resolución indicada, se deja sin efecto.
Tonterías las menos posibles. Pero, claro, si no es con las consabidas tonterías de los líderes nacionalistas, que alguien nos explique cómo saldrían en los medios de comunicación, ahora que son segundones y sus decisiones no afectan a la población.