La peculiar cabalgata de Valencia ha sido la gota que ha llenado el vaso y que ha ridiculizado al personaje.
Por Jesús Salamanca Alonso / «Carmenadas». Sí, así se conocen las medidas que pretende aplicar o ha aplicado ya la alcaldesa madrileña, Manuela Carmena. Hasta el momento, Madrid se ha convertido en el hazmerreír del mundo en varias ocasiones, incluso los noticiarios de otros países se han hecho eco de las barbaridades que ha cometido la podemita, en versión marca blanca.
Empezaron algunos de sus asesores siendo objetivo de la prensa por las estrafalarias actuaciones pasadas. Ya se preveía un claro desatino, de ahí que los madrileños se llevaran las manos a la cabeza ante el desastre en el que se había instalado el Ayuntamiento de Madrid, sin olvidar que sigue así y que tiene su sustento en el Partido Socialista. No olvidemos que el PSOE de Carmona brinda apoyo y pleitesía a Manuela Carmena y su prole de insultadores, asaltacapillas, mentirosos con sueldos desorbitados (incumpliendo lo prometido y convirtiéndose en casta tan pronto como han pisado alfombras y tocado Consistorio), verbeneros y enchufados, además de otras figuras poco recomendables y con muy poco porvenir político.
La propia Carmena — muy mal asesorada y peor orientada– ha tenido ocurrencias sorprendentes y sorpresivas y, en muchos casos, humillantes para la ciudadanía, sobre todo para las madres y los niños. No hay más que echar una ojeada a aquella ocurrencia insana e indigna que pretendía que fueran las madres quienes limpiaran las escuelas de los niños (hubiera supuesto una pérdida de puestos de trabajos de alrededor de 48.000 empleados madrileños). ¿Y qué me dicen del concurso de niños para recoger colillas? Eso sí que hubiera supuesto la guinda del pastel y el despendole de toda España. ¿Y la idea de que los universitarios ayudaran a limpiar las calles? Otra memez que no hubiera tenido precedentes en la Historia española. Pero hay más propuestas para la risa y mofa como la de crear aparcamientos disuasorios solo para mujeres, cosa que no entiendo, salvo que quiera dar a entender que no confía en ellas al volante. En pocas palabras: todo lo que toca lo convierte en circo, pero en circo malo de lo peor.
¿Y la última? Pues la cabalgata. Todo un conjunto de despropósitos hasta el punto de vestir a los Reyes Magos con cortinas de baño, en vez de con sus atuendos tradicionales. Debe ser tan adelantada a su tiempo que otros le han copiado. Sí, sí, ahí tienen al alcalde valenciano que lleva un camino parecido y que cada día que pasa se gana más y más desprecio entre los valencianos. La peculiar cabalgata de Valencia ha sido la gota que ha llenado el vaso y que ha ridiculizado al personaje. Ribó ha demostrado una clara carencia de estilo; ya saben, apreciados lectores, que el estilo es como las uñas, es más fácil tenerlo brillante que limpio, al menos eso pensaba Eugenio d’Ors.
Sorprende que los niños valencianos pidieran a sus padres hacerse fotos con «las brujas» y después ir a ver a los Reyes Magos para recibir los regalos. ¡Ahí es nada! El títere alcalde valenciano ha destrozado la imagen de tres mujeres que se han brindado a ‘tontear’ con los niños y han comprobado cómo esos se mofaban de sus atuendos y de sus malos pelos: unos porque decía que se parecían a las hermanastras de Cenicienta; otros porque escuchaban a sus progenitores que creían estar viendo a mujeres de burdel de principios del siglo XX y otros porque las llamaban brujas — así, sin más– a la vez que las apuntaban con el dedo en plan mofa y escarnio. De todos es sabido que los niños y los ancianos suelen decir casi siempre la verdad y ya se sabe que –en palabras de Fóscolo– la razón, como el viento, apaga una antorcha y aviva un incendio.
En fin, entre las «carmenadas» y las reproducciones republicanas de Joan Ribó, el caso es que hemos pasado una navidades sin sobresaltos, pero nos hemos reído en cantidad. Decía Umberto Eco que nada es más nocivo para la creatividad que el furor de la inspiración. Y, claro, en eso están Carmena y Ribó.