¡Qué vergüenza debería sentir el Ayuntamiento de cualquier ciudad! Hace quince días que repartieron las cabinas electorales por los centros respectivos y en ellas hay unas cortinas que parece que han estado tendidas en el palo de un gallinero o hechas un rebujo durante cuatro años.
Quienes hacen el reparto no tienen ninguna vergüenza cuando las desenvuelven y aparecen sin plantar, sin cuidar y, en más de un caso, llenas de porquería, como si se hubieran limpiado con ellas (añadan lo que gusten). Cuando lo vi, lo primero que pensé: las cortinas dan la misma imagen que los políticos de este país de pillos, corruptos y despreocupados. Tal para cual.
Como el tema afecta directamente al ámbito político y a sus ‘modus vivendi’, les falta tiempo para distribuir el material. Lo hacen con tres semanas de antelación y, una vez que pasan las elecciones, aún las mantienen en los centros electorales otras dos semanas más. Se quedan los directores con ganas de sacarlas al patio o a la puerta de colegios, institutos y otros.
Por si alguien lo duda, arriba hay tres fotos de las famosas cortinas. Ni siquiera se han acercado el alcalde y los concejales a plancharlas. Vamos, para miccionar y no echar ni gota.
