Como sus compañeros socialistas en otras ocasiones, Óscar López tiene miedo a quedarse en Castilla y León. Sabe que no tiene nada que hacer y que el futuro para el socialismo lo pintan crudo, negro y revuelto. Tan pronto como se abra de nuevo el 11-M y se conozcan las actas de las reuniones con los asesinos de ETA, la cúpula de Interior no va a tener donde esconderse. Y también a eso tienen miedo los políticos socialistas de segunda y tercera fila, como el de la foto. Lo que ha hecho Óscar López es como hacer la peineta a los ciudadanos de Castilla y León. Es una traición más del socialismo a esta tierra, se mire por donde se mire; además de un claro gesto de desprecio.
Antes que él, otros socialistas traicionaron a la ciudadanía, si bien se pasaron las elecciones diciendo que los populares se marcharían a media legislatura. Por lo visto, los sociatas se van en cuanto no ganan. Ya se les ha visto el plumero; por eso no ganan ni ganarán en Castilla y León. Han demostrado ser una casta descontrolada de sinvergüenzas y un clan de aprovechados sin límite. ¿Creen que son insultos? Pues no, son simples adjetivos aunque merecen dureza y desprecio por su actitud fulanesca.
No hay más que recordar a Ángel Villalba, ex líder del PSOECyL, acusando al alcalde de Valladolid porque su hijo tenía una vivienda de Protección Oficial y, en vísperas de las elecciones autonómicas, se descubrió que la hija de Villalba tenía otra y que aún no ha devuelto, cosa que sí hizo el vástago del alcalde pucelano. ¡Para miccionar y no echar ni gota! Ni que decir tiene que el tal Villalba desapareció de la política regional. También se puede recordar a Soraya Rodríguez, secretaria de Estado de Cooperación internacional, quien se harto de anunciar que Juan Vicente Herrera se marcharía a media legislatura y… ahí le tienen aún, sumando votos a su partido y dando prebendas a sus ‘huestes’ castellanas y leonesas. Todo hay que decirlo.
Óscar López ha anunciado que renunciará a su sueldo como portavoz del Grupo Parlamentario Socialista en las Cortes para cobrar como senador. Pues solo faltaba eso. Él sabe que no quería venir a Castilla y León y aún debe recordar el miedo que confesó a Pepiño Blanco en su día. Está aquí por presión y nada más, pese a que él pone a las cosas el color que le interesa, conviene o procede en cada momento. Y gracias a Dios que no ha ganado porque, de lo contrario, Castilla y León hubieran sufrido lo que no está escrito. Hay que tener en cuenta ese dato porque, como se sabe, nunca es tarde.
Poco más hay que decir, salvo que el Senado se lo premie y los castellanos y leoneses se lo demanden. ¡Que lo harán, no lo duden!