Razones sobran, como leerán más abajo. Pero, ante todo, porque lo llevan prometiendo nuestros políticos mucho tiempo. Suelen acordarse de ello cuando llegan elecciones generales o autonómicas y sobre todo cuando ven las cosas mal. El presidente, Rodríguez Zapatero, llegó a prometerlo en público, en varios de sus mítines, si ganaba las elecciones. No obstante, como en tantos otros temas, estaba mintiendo; característica que le ha hecho famoso y por lo que se le recordará con el paso del tiempo.
Pero vayamos al contenido del título de este artículo. De todos es sabido que muchos de nuestros jóvenes abandonan la escolaridad antes de lo que marca la ley; es decir, dejan de asistir a clase, vagan con una deficiente formación, sin titulación y sin preparación para afrontar el mundo laboral. Nos encontramos con un importante sector del alumnado que carece de titulación. No solo no ha cursado ni titulado en bachillerato, sino que carece de titulación y formación en FP; es más, ni siquiera dispone del título básico de Graduado en ESO.
La actual crisis se ha cebado con ese sector. Un sector bastante más amplio de lo que parecía. Los más afectados están en un intervalo de edad que comprende entre los 18 y los 30 años. Eso ha hecho que los centros de educación de personas adultas hayan visto disparada la matrícula en ESPA y en ESPAD; es decir, en secundaria para adultos, tanto en las modalidades presenciales como a distancia. También se ha comprobado cómo las administraciones de las comunidades autónomas tenían abandonada esta variante del sistema educativo. La demanda es excesiva, mientras que la oferta es muy limitada en los centros públicos. Igualmente se ha disparado la inscripción en las pruebas libres para la obtención directa del título de graduado en secundaria para mayores de 18 años. La realidad dice que es casi imposible dar más facilidades al sector que tanto daño ha recibido en el sistema educativo procedente de la LOGSE.
Posibilidades de titulación no faltan, pero cuando ese sector regresa a los estudios el profesorado se encuentra con que muchos de esos alumnos son aquellos a quienes se denominaba «objetores escolares». El tiempo ha pasado por ellos, pero, en muchos casos, ellos no han madurado. Acuden a los centros con su móvil, grabando a compañeros, profesores y situaciones, con lo que incurren en claros delitos, sancionables por el Reglamento de Régimen Interior de los centros, crean problemas absurdos, propios de la inmadurez que les acompaña y se sienten ‘gallitos tontos’ sin mensaje y sin perspectiva. Tampoco han olvidado la indisciplina, como actuación que les era característica en el instituto. Todo ello lleva a un desfase brutal, al reencuentro con la sorda inmadurez que ya demostraron, a la desorientación y, en muchos casos, de nuevo al abandono de los libros. Estamos, pues, ante «carne de paro» o, lo que es lo mismo, ante un componente de la «generación ni-ni», a la que se rechaza social y laboralmente, empezando a pagar la fuerte deuda que ha contraído con la sociedad, no solo por no aprovechar las oportunidades recibidas sino por no contribuir a la mejora de sociedad en que se desenvuelven.
Intentaron coger el tren educativo cuando la sociedad competitiva demostró que no contaba con ellos y se encargó de expulsarlos de su ámbito. Eso demuestra que el sistema educativo no supo encauzar a una gran cantidad de jóvenes de ayer, adultos hoy. Como tampoco supo encauzarlos esa generación de padres consentidores, a quienes en su momento se advirtió «que lo pagarían más adelante». Y ahí está la realidad. Han empezado a pagarlo. Como ha empezado a pagarlo el profesorado de educación de adultos, que tiene la difícil labor de resolver los muchos problemas que dejó abandonados el profesorado del régimen ordinario. Una dejadez muy difícil de resolver, complicada de retomar y muy injusta con el paso del tiempo.
El Pacto por la educación debe llevar a un cambio de modelo, donde prime la calidad, exista una buena y adecuada planificación de la formación profesional, donde se corrijan infinidad de carencias (sobre todo en secundaria), se prime el trabajo, se profundice en contenidos y en la autoridad del profesorado. Lo que no es de recibo es la elaboración de falsas «pasarelas» que solo conducen a la confusión del sector que pretende regresar a los estudios, porque el mundo laboral le ha dado un fuerte ‘sopapo’ antes de tiempo.
El consenso para el Pacto es fundamental, necesario e imprescindible. Hay que añadir al nuevo sistema educativo: esfuerzo, sacrificio, intensidad, inversión, revalorización de la función docente y, lo que es más importante, ante la actual incapacidad de los sindicatos de clase, el profesorado debe luchar por convertir su figura en autoridad pública.
Con ello se evitarán muchos de los problemas que ahora están presentes en las aulas, incluso en el ámbito de la EPA, cosa insospechada hasta la llegada de la crisis. «Una autoridad del docente — decía un editorial de la revista de ANPE, sin duda el sindicato docente más serio, independiente y eficaz — que consiste en lograr el respeto por sus conocimientos y buen hacer, que las familias confíen en los profesores y la sociedad reconozca su valor y esfuerzo, pero se necesita también una elevada formación de los docentes que les dé herramientas para afrontar todo tipo de situaciones en una sociedad cada vez más plural».
El Pacto Educativo, una asignatura pendiente de los políticos españoles http://fb.me/Oqo4c9pc