ANTONIO LAMADRID , ECONOMISTA Y CONSULTOR
Me acaban de hacer llegar por correo electrónico una presentación en la que me anuncian que el conocido símbolo español, el toro de Osborne, va a ser sustituido por el pulpo alemán (el que averiguó los designios de nuestra futbolística selección) como símbolo de lo español. Y también he sabido que el Parlamento Catalán, definitivamente, ha prohibido la ‘fiesta nacional’ de los toros a partir de 2012.
Para analizar este último símbolo, decisión simbólica sin ninguna duda, no tendría espacio ni siquiera con todo el que brinda EL DIARIO MONTAÑÉS cada día, para explayarme en mi totalidad.
Vaya por delante que no soy aficionado a los toros, pero sí soy aficionado a analizar el porqué de esta decisión. ¿Ha sido por la barbarie que supone, para muchos, un acto violento, sangrante y vejatorio para el animal? Creo que no. ¿Lo habrá sido por el sufrimiento que el toro experimenta como animal? Creo que tampoco, a tenor de que no se han prohibido en Cataluña todas las fiestas populares en las que intervienen toros o vaquillas.
¿Será entonces que los toros, la fiesta nacional de España, no puede estar representada en Cataluña? Pues me temo que sí y respeto plenamente a quien piense lo contrario, pero creo que esta prohibición es un simple ejercicio de nacionalismo catalán frente al que sí que es nacionalismo español pues, efectivamente, de una decisión tomada en una región de España se trata.
Si Cataluña es nación y España es nación y Cataluña pertenece, está integrada dentro de España, ¿qué sentido tiene que pretendamos seguir anulando todos los símbolos, como ya se ha hecho con la bandera, se quiere hacer con el fútbol y se acaba de hacer con los toros?
Si el parlamento de cualquier región de España es un símbolo de lo democrático, ¿por qué no se deja a la propia ciudadanía decidir con su dinero si esa actividad (que no es ilícita ni punible) continúa o no sin que medie prohibición alguna? ¿Por qué gusta tanto a los políticos prohibir aquello que va en contra de sus convicciones, sean o no las de sus votantes? ¿Por qué cuanto más controlador es un gobierno más le satisface prohibir? ¿Por qué esos gobiernos quieren ser tan ‘protectores’ de sus ciudadanos y no dejan que ellos decidan lo que es bueno o malo para ellos, siempre que no perjudique la libertad o los derechos de otros seres humanos?
Y digo yo, ¿cuándo van a prohibir la siesta? Porque la siesta es algo típicamente español y no sé, quizá habrá que empezar a buscar la parte criminal de la siesta ¿Será un símbolo de vagancia?
Y la bota de vino, y la gaseosa y el flamenco. Puff, qué barbaridad, cuántas cosas quedan aún por prohibir. ¿Se acabará prohibiendo el pulpo en alguna nacionalidad? ¡Qué pena!