Por Pablo García Cubero.- Los frecuentes y trágicos sucesos ocasionados por perros asesinos han generado una alarma social que se debe contemplar con rigor y responsabilidad para evitar los ataques y asesinatos ocasionados, ahora con mayor frecuencia, por estos perros adiestrados en su origen para matar.
Por ello, le ruego inserte en su periódico la siguiente Nota, dirigida a aquellos animalistas que a ultranza defienden a “estos pobres animales”, aún en detrimento de vidas humanas.
Nos gustaría saber de estos señores animalistas y Asociaciones Protectoras que tanto entienden de los sentimientos de los animales. “¿Qué siente un perro asesino cuando mata a una criatura indefensa de dos años?” ¿Qué se puede y se debe hacer para evitarlo? Nosotros lo tenemos muy claro. Prohibir totalmente estos perros asesinos, adiestrados, en su origen, para matar.
Vds., los animalistas, han atacado de forma terca y reiterada, a los mozos de Manganeses de la Polvorosa por tirar la famosa cabra desde el campanario de la torre de la Iglesia (no más de 4 metros de altura) que cae en un colchón de plumas de los bomberos. Por supuesto, sin tocar el suelo, argumentándonos lo que siente la cabra al caer. Que, naturalmente, yo no lo sé. (No soy cabra), hasta conseguir de forma dictatorial y totalitaria su total prohibición. Quitándoles, a los quintos, la única tradición que les quedaba. Negándoles el pan y la sal. Naturalmente;que es anacrónico, sí, y, grotesco en el siglo XXI, sí; pero a la cabra, no le pasa nada, ni siente nada. Y esto no es eterno. Evolucionará a mejor, como otras costumbres lo han hecho, sin la intervención ni la “ayuda” de Vds. Pero NO. ¡Hay que prohibir ya, y punto! Su democracia es así.
Es triste y lamentable que la sangre de un toro, que se defiende solo, produzca en Vds. una reacción sectaria de odio y condena, y la sangre de una criatura de dos años les deje totalmente indiferentes. Vds., los animalistas, ¿donde están?
Mucho más sensato y racional es: luchar y esforzarse por impedir una sola muerte de una criatura indefensa, a manos de un perro protegido que empecinarse en la hueca y absurda defensa de una cabra que mantiene toda su integridad y no le pasa absolutamente nada. Solo, la posible comparación, repugna a cualquier ser racional y humano civilizado.
Su aportación sería valiosa si, objetivamente, contemplasen la relación persona-animal, en su relación y defensa común, y no se dedicasen a descalificar y atacar a la persona de forma virulenta y sectaria, en nombre de la defensa del “pobre” animal. A veces no tan pobre.
Ahora sí que hay que decir: ¡Basta ya! ¡Vds. también!. Frenar esta sangría propiciada por estos animales asesinos. Regularizar y prohibir, en su caso, en nuestro territorio. Con muchísima mayor razón que la totalitaria prohibición de la famosa cabra de Manganeses de la Polvorosa, por muy anacrónico y grotesco que sea.
Pablo García Cubero.