Cada uno es hijo de sus obras y, precisamente por eso, Pedro Sánchez «el mentiroso» salió trasquilado del Senado y reforzado el ínclito gallego. Ni el CIS sirvió de falsete refuerzo.
Por Jesús Salamanca Alonso / Hace tiempo que venimos observando ciertos complejos en Pedro Sánchez cuando se enfrenta a Núñez Feijóo en el Senado. Los expertos también aprecian cómo se muerde la mandíbula ante situaciones incómodas y, frente a Alberto Núñez, el gesto lo repite constantemente. Numerosas fotografías y secuencias grabadas lo demuestran. A ello se une otro gesto de «mala uva»: mirar de reojo al contrario o justo por debajo de las cejas sin levantar la vista y con el ceño fruncido. Suele hacerlo cuando recibe un repaso a su exposición o lo ponen frente a su espejo de mentiras, trampas, bulos y previsiones desafortunadas. Cada vez estoy más convencido de que al psicópata es la maldad lo que le mantiene.
«¿Que el Gobierno haya fallado siempre en sus predicciones económicas será insolvencia o mala fe?», espetó Núñez Feijóo a Sánchez ante la cara ruborizada y de vergüenza de Nadia Calviño.
Si Sánchez se fiaba del excesivo tiempo que tenía en el Senado para desbaratar los argumentos del «gallego de lujo», lo cierto es que fallaron las previsiones como viene siendo costumbre. Feijóo desarmó los argumentos del presidente siguiendo la línea recta: ponerlo ante el espejo de su demostrada falta de transparencia, sus mentiras habituales, su indisimulada estupidez y frente a la realidad del país.