Si Montero no se hubiese arrejuntado con Iglesias, jamás hubiese sido ministra, ni secretaria de Estado, ni ningún otro cargo público. Porque no tiene ni capacidad, ni experiencia, ni talento, ni inteligencia para poder estar en el Gobierno de España.
EL CORREO DE ESPAÑA/ Dentro del absoluto carajal que es el descontrol del dinero público, y a pesar de que hay tribunales, instituciones y cargos dedicados a la vigilancia de ese apartado, el nombramiento de cargos públicos «a dedo» sigue siendo con diferencia el comportamiento político más indigno y vergonzante. Y es precisamente la izquierda, acostumbrada a decirle a los demás cómo deben comportarse, la que más cargos públicos enchufa, por el artículo 33 y sin que nadie fiscalice y controle esos nombramientos.
Aunque se enfaden mucho conmigo y piensen que soy un machista retrógrado (yo pienso de ellos cosas mucho peores), es bueno reiterar que Irene Montero es ministra de Igualdad por una sola razón: haberse arrejuntado durante un tiempo con Pablo Iglesias, cuando éste era vicepresidente del Ejecutivo. Esto lo sabemos todos y produce vergüenza ajena que semejante hecho haya acontecido sin que nadie haya pagado políticamente por ello. Si Montero no se hubiese arrejuntado con Iglesias, jamás hubiese sido ministra, ni secretaria de Estado, ni ningún otro cargo público. Porque no tiene ni capacidad, ni experiencia, ni talento, ni inteligencia para poder estar en el Gobierno de España.