Ya lo sabéis, chavales, antes de salir de casa y de que la noche os confunda: condón y notario.
Por Eduardo García Serrano / EL CORREO DE ESPAÑA / En la España de cerrado y sacristía las parejas de tortolitos iban acompañadas de una carabina, generalmente la tía solterona o la tata de toda la vida de la novia, que velaba por la virtud de la niña evitanto que, en el paseo del puente a la alameda, al novio se le fueran las manos bajo la blusa y la falda de moza. Con la carabina ojo avizor no había oportunidad ni manera de hacer espeleología anatómica, ni manual ni visual y, por supuesto, a las diez de la noche, la niña volvía a casa, ni sola ni borracha, con la carabina al hombro y con el novio en el portal con la cabeza caliente, los pies fríos y las manos… en los bolsillos. Y así, hasta la boda. ¡Como Dios manda, coño! Sigue leyendo