Por Jesús Salamanca Alonso / Nos enteramos por las redes sociales que el podemita, que estrelló su coche contra un árbol en La Rioja el día de Nochevieja, y a horas intempestivas, utilizaba con frecuencia el término “zorra” para referirse a Dolores de Cospedal. El único objetivo era denigrarla. Ya lo ven, eso era el feminismo progresista: odio, insultos y menosprecio a las mujeres; todo ello basado en el analfabetismo, la envidia y la intención de dañar con mala fe. Mario Herrera, director general de Participación Ciudadana y Derechos Humanos de La Rioja, no solo vertía ese tipo de acusaciones a la líder del Partido Popular sino que, al parecer, se divertía con ello en las redes. ¡Ay si los degenerados hicieran piña!
En esta ocasión el karma le ha ‘vuelto el rabo’ y las redes sociales, Podemos-Rioja y otros órganos de su propio partido están apuntándole con el dedo y pidiendo su dimisión. Lo de ser casta se les ha subido a la chepa a muchos de los líderes populistas, defraudadores y traidores a sus votantes. Desconocían lo que es la gestión y la alfombra roja del poder, de ahí que se agarren a ello como lapas o garrapatas a la piel. A fecha de hoy, aún no ha dimitido. A ver si es verdad que “los fuertes se destruyen entre sí — según Bernard Shaw– y los débiles continúan viviendo”. No me sorprende que este espécimen sea capaz de defender la libertad de expresión para él, pero la confunde con odio y ataque visceral cuando eso mismo procede del prójimo. Es muy habitual y frecuente en demócratas de hojalata y cartón piedra. Lo mismo sucede con los escraches: cuando Podemos los practicaba eran “jarabe democrático” y, ahora que ellos son sujetos pasivos de esos, lo tergiversan y hablan de odio, amenazas y terrorismo.
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