Se constata que las amenazas “indepes” llegan al propio juez Llarena y señora, hasta el punto de haberse visto obligados a abandonar Cataluña.
Por Jesús Salamanca Alonso / A veces no hay más que rascar en los perfiles de las personas para sacar curiosas conclusiones que llevan a dudas y desconfianzas. Eso es lo que nos ha sucedido con Carmen Forcadell: ha pasado del “Viva España” y “Viva el Rey” a prometer la República para Cataluña a toda costa y “caiga quien caiga”, a ponerse en primera línea de fuego y a prometer el oro y el moro a los catalanes. Eso sí, soltó caudales de lágrimas ante el juez e imploró no ser llevada a prisión porque “quería ver crecer a su nieta”. ¡Santo cielo, hasta dónde hemos llegado! Pero ha acabado como ha acabado; es decir, como no podía ser de otra forma: en prisión.
Justamente en ese lugar es donde deben acabar quienes han dado el golpe de Estado en Cataluña y han traicionado a España y a la ciudadanía. La ética y la seriedad del juez Llarena han hecho que gente de atrofiado pensamiento (los Jordis, Forn, Rull, Turull, Puigdemont, Junqueras,…) viva donde debe vivir; es decir, en el trullo. Y aquí no acaba todo porque aún hay muchos “indepes” en cartera: desde quienes cortan carreteras a diario, conscientes del daño que hacen, pasando por quienes alientan el vandalismo hasta los que distribuyen armamento entre los ‘borrokas’ catalanes y los “indepes” venidos a menos. Los propios miembros de la CUP han reiterado en sus permanentes amenazas eso de: “¡Sabemos dónde vives y tenemos armas para hacerte cambiar!” Huelga constatar, en este punto, que las amenazas “indepes” llegan al propio juez Llarena y señora, hasta el punto de haberse tenido que marchar a Madrid, a la vez que asociaciones internacionales de jueces piden que se le dé protección por los cuatro costados y todo el amparo preciso.
No tengo dudas respecto a que el independentismo se está desinflando. Seguirán dando guerra, pero eso sabrán cortarlo los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado. La preparación de los Mozos no es suficiente. Hoy existen muchas evidencias de que varias asociaciones ‘borrokas’ han sido preparadas para enfrentarse a la Policía, rodearla y quitarla el armamento; en eso tiene mucho que ver ANC y Ómnium Cultural que han dedicado esfuerzos y dinero público para alentar y formar a grupos de jóvenes así como se han esforzado en adoctrinar lo necesario para crear un estado de violencia, muerte, saqueo y revolución. Aquello de “necesitamos un muerto para echárselo a la Guardia Civil y salvar la cara” no formaba parte de un chiste ni de una broma de mal gusto. Lo soltaron en público Marta Rovira y el actual “Torrente” del proceso. Es tan real como el actual encarcelamiento de Puigdemont y la risión que ello ha supuesto en todo el territorio nacional, incluidas Tabarnia y Tractoria.
La pena es que el Gobierno central siga anclado en su cobardía habitual; bien es verdad que esa tiene su origen en las exigencias del PSOE, al haberse negado a cerrar TV3. En caso contrario no aceptaba la implantación del artículo 155 de la Constitución. Pero las elecciones están a la vuelta de la esquina y lo pagará la ahora degenerada formación socialista, a quien se le cayó la “O” hace tiempo y la “E” de español empieza a ponerse en duda.
Alguno se preguntará que por qué digo eso de la “cobardía del Gobierno”. Pues lo digo porque lo que toca ahora mismo es suspender la autonomía catalana de una vez. Todo lo que no pase por eso es interpretar erróneamente la realidad y seguir con los fuegos de artificio que tanto han envalentonado a los responsables de lo que ellos llaman el “procés”. Dejo un recuerdo del Diario Oficial del Ministerio de la Guerra, fechado el 7 de octubre de 1934: “En Cataluña, el Presidente de la Generalidad, con olvido de todos sus deberes que le impone su cargo, su honor y su responsabilidad, se ha permitido proclamar el Estat catalá”. Lo demás ya lo conocemos, pues ante esa situación el Gobierno de la nación proclamó el estado de guerra en todo el país. Por si alguien se pierde, en esa fecha ya estaba controlado el intento de golpe de Estado que el socialismo intentó en Asturias.