Por Jesús Salamanca Alonso / Es cierto que las gallinas de Cafarnaúm «aprendieron a nadar para fornicar con los patos». No es eso precisamente lo que queremos decir de la nefasta alcaldesa de Barcelona, ciudad de la actual Tabarnia, sino algo parecido. Me explico.
Las citadas gallinas aprendieron a nadar para «hacérselo» con los patos, al igual que «Nada» Colau aprendió a hacer su política hasta que alcanzó un puesto con retribución pública para estar cerca de quienes cortan el bacalao. En cierto modo, las gallinas de Cafarnaúm lograron su objetivo tras el sacrificio de aprender a nadar, del mismo modo que Colau lo consiguió tras arrastrarse por las cadenas de televisión haciendo ver que defendía a los desahuciados. ¿Pero qué pasa en Carcelona, ciudad de Tabarnia?
Pues pasa que nunca se había desahuciado a tanta gente como la desahuciada en el tiempo de lleva de alcaldesa el personaje de las meninas. Claro que, ya no es necesario defender a nadie porque el objetivo está conseguido: coche oficial, cambio de casa, secretario, mamporrero argentino, asistencia a eventos oficiales, roce con la aristocracia catalana y otras clases privilegiadas,…. Lo mismo, exactamente lo mismo que hicieron los primeros ministros socialistas de la era de Felipe González. Cambiaron las cinco «C» y se dieron por satisfechos tras cuarenta años de vacaciones.
Ahora, los seguidores de Colau y sus «chaperos» de otras formaciones que contribuyen a mantenerle en el Ayuntamiento, no recuerdan los compromisos que contrajeron, como si fueran Napoleón. Con una diferencia: Napoleón decía que «el medio más seguro de mantener la palabra es no darla».