Por Jesús Salamanca Alonso / De todos es sabido que el sistema educativo español se ha convertido en una chapuza de órdago a la grande. Algunos lo llaman “chapuza institucional”. De ahí que se hable tanto de analfabetos funcionales. Hemos pasado por varias reformas del sistema educativo desde la LOGSE y cada vez vamos a peor; todas ellas están impregnadas de ideología y, no solo lo están, sino que entre la ‘casta’ se acusan de ello en función de quién haga la reforma. Créanme que yo lo llamaría “deforma educativa”, que es como nos dicta el día a día y como el empirismo demuestra.
También hay otros ámbitos donde, los recortes y las injusticias que traen aparejadas las políticas del Partido Popular, han hecho mella en la ciudadanía. La prueba la tenemos en el famosos y sospechoso “céntimo sanitario”; comunidades como Castilla y León están bajo sospecha por el destino de esos cientos de millones, cuyo destino no se ve ni se adivina ni se supone. Puede ser el gran escándalo –basado en un presunto latrocinio por parte de la Consejería de Hacienda con el consentimiento de Presidencia– del último gobierno de Juan Vicente Herrera.
Esa política del “céntimo sanitario” ha hecho que se cerraran empresas, que se dejara de servir millones de litros de gasóleo y gasoil en las estaciones de servicio, que se recaudara mucho menos en comparación con otras comunidades, que los transportistas se vieran con el agua al cuello, que se destrozara un sector boyante debido a la mala gestión de los políticos y las políticas de la Junta de Castilla y León y que no se viera el trasfondo de la cuestión: el dinero recaudado de 5,6 céntimos por litros a mayores –durante varios años– no ha llegado a la Sanidad. Nos ha mentido la consejera de Hacienda y el propio presidente de la comunidad ha dejado hacer, convirtiéndose en cómplice de la chapuza; una chapuza institucionalizada y emperifollada de indignidad, desidia e indiferencia y –según la oposición– también con una fuerte carga de mala fe.
Pero tranquilos que ahora se lo voy a explicar detenidamente con un ejemplo llamativo del que fui testigo ayer; un ejemplo lleno de injusticia, venganzas contra la administración sanitaria y falta de planificación por parte de un Hospital de Valladolid (Hospital Clínico Universitario), una Consejería de Sanidad y una gerencia claramente incompetente, además de evidentemente desprestigiada.Todos esos calificativos son así, ese es su justo término porque hay que dejarse de paños calientes de una vez. Lo peor de todo es que se suelen poner en práctica dando la patada, pero en trasero del usuario, en vez de plantar cara ante quien hace daño por arriba.
Todo ello evidencia la falta de criterio sanitario (y también en otros muchos ámbitos) existente en la Junta de Castilla y León donde, el titular y sus ‘mariachis‘, se dedican más a acudir a fiestas, a aparecer en la prensa ‘vendida‘ al poder regional y a dar una imagen inexistente que a trabajar por la ciudadanía, por el desarrollo de la comunidad y por cambiar el mercado laboral para que pueda acceder la juventud; por cierto, una comunidad que se muere ante la fuerte emigración existente, la destrucción de puestos de trabajo, la improvisación en las infraestructuras, la nula inversión en nuevo tejido empresarial y la escandalosa descoordinación entre las titulaciones universitarias y el mercado laboral.
Como decía antes, paso a contar fielmente un ejemplo llamativo en el ámbito sanitario sobre cómo –por las malas políticas de la Consejería de Sanidad de la Junta de Castilla y León–, algunos médicos se convierten en simples funcionarios. Pero en funcionarios chapuceros en vez de responsables. Eso es lo que hemos comprobado en el Hospital Clínico Universitario de Valladolid, donde el correspondiente doctor (llamémosle Dr. López, de forma imaginaria y por respeto) comunica a los familiares del enfermo que no puede intervenirle porque es su hora de salida. Finalizado su horario de trabajo la Consejería de Sanidad ha dejado de pagarle, por lo que “les pido a ustedes disculpas por las molestias, pero no trabajo gratis y no voy a quitar tiempo a mi familia. Constantemente me estoy llevando broncas. Puede quedarse ingresado el paciente o marcharse a casa y regresar el lunes a las siete y media de la mañana, si lo desean” (sic). Todo ello, dicho sea de paso, expuesto con cortesía y educación.
En palabras del periodista Ónega, puedo prometer y prometo que eso fue así. Es una prueba de cómo la Consejería de Sanidad –cuyo titular es Antonio María Sáez Aguado– con sus recortes ha convertido a algunos médicos (al menos al médico del que hablo y presuntamente a ese Servicio) en meros funcionarios de “tantas horas, tantas pelas”.
Una prueba más, aunque hay muchas otras, de cómo el “céntimo sanitario” no ha llegado al ámbito sanitario en Castilla y León. A pesar de algunos médicos –que no representan a la generalidad de ellos, como todos los políticos no son ‘casta’– sigo pensando que ayudar a los demás es fascinante: solo hay que mirarlo a través de las gafas correctas.
Antes se decía que los médicos velaban por la salud y los cocineros la destruían; ahora parece que algunos médicos también quieren imitar a los cocineros. ¡No sé qué pensaría Hipócrates si levantara la cabeza! Visto lo visto sería un chasco que acabase siendo médico-funcionario de “tantas horas, tantas pelas”.