Las formaciones de izquierdas siguen siendo el claro ejemplo de lo que no es la solidaridad. A nadie debe extrañar, pues, la mala imagen que se han labrado en el ámbito laboral.
Por Jesús Salamanca Alonso, analista político y editor / Ya tiene la ciudadanía un motivo más para exigir que se abra la Constitución y, entre otros cambios, se realice el que afecta a la estructura y al funcionamiento sindical. Como de costumbre, las organizaciones sindicales de clase perjudican a la imagen de las demás centrales y sindicatos profesionales, además del perjuicio que causan a la ciudadanía en general. Los convocantes de la huelga de trenes pasan del daño a los demás: una vez más van a su bola y, como dice el castizo: “quien venga detrás que arree”.
Por lo visto, a lo largo del año no hay otros días para hacer huelga. Siempre abusan de ésta en periodos vacacionales, justo cuando el ciudadano y contribuyente pretende disfrutar del poco tiempo de ocio al que nos ha condenado el Gobierno de la nación. Según esos sindicatos, la protesta se debe al “déficit de personal que sufren las empresas públicas del sector”. No se lo creen ni ellos, y mucho menos el montante de casi 7.000 trabajadores, como apuntan. Es una protesta más de las muchas que se monta la izquierda clasista para dañar la imagen del Gobierno, haya motivo o no lo haya. Eso qué más les da. Ni siquiera se imaginan la mala imagen económica que tiene España fuera de del país. Como éramos pocos…
El daño no se va a quedar en las estaciones de trenes sino que se va a extender a aeropuertos y estaciones de autobuses; todo eso lo tienen bien estudiado los sindicatos clasistas. Son conscientes de que el daño es colateral. Las formaciones de izquierdas siguen siendo el claro ejemplo de lo que no es la solidaridad; primero lo demostraron los partidos y después lo han estudiado y puesto en práctica desde los sindicatos de clase. A nadie debe extrañar, pues, la mala imagen que se han labrado en el ámbito laboral. Entre los miles de liberados que muchas veces se mofan de sus propios compañeros de trabajo, los escándalos andaluces de los ERE, otros asuntos poco limpios donde el sindicato socialista está metido hasta las trancas y el sibaritismo con el que viven sus dirigentes,… no hay imagen sostenible que sea posible.
En esta ocasión, el Ministerio de Fomento ha dado ejemplo de sensatez y buen hacer con los servicios mínimos que ha establecido, en un intento de “compatibilizar el interés general de los ciudadanos y, en particular, sus necesidades de movilidad con el derecho de huelga de este colectivo de trabajadores”. Precisamente un derecho de huelga que debe ser regulado de forma puntual y exhaustiva cuanto antes, para evitar el abuso de insensatas organizaciones. Hasta el momento, las huelgas han demostrado que son inservibles y hay que adoptar otros modelos de modernidad y equilibrio. Y no digamos los famosos y mal llamados “piquetes informativos”: no hay más que acudir a un polígono industrial en día de huelga para comprobar que los piquetes no son como se dice sino órganos de presión y represión. Doy fe.
Algún día, estas organizaciones sindicales de claro perfil abusivo y parasitario, tendrán que dar cuentas a la ciudadanía, porque no es de recibo que escapen al Tribunal de Cuentas mientras manejan cientos de millones de dudoso destino. Por otra parte, cada vez es menos entendible que vivan a costa de ‘papá Estado’, en vez de hacerlo de las cuotas de sus afiliados. Deberían tomar ejemplo y aprender de otras organizaciones sindicales profesionales y más modernizadas.
¿Y qué decir del “patrimonio histórico sindical”? ¡Eso sí que es una mofa presuntamente mafiosa! No hay derecho a que estén constantemente pidiendo momio para engordar sus intereses. Hasta el momento, nadie sabe lo que han hecho a favor de los millones de parados que generó la izquierda socialista con su colaboración, asentimiento y aplauso. ¿Han montado comedores sociales y otros servicios para atender a esa clase a la que tanto han dañado? Pues no, pero sí se han programado grandes viajes, cruceros y otros ocios que los trabajadores no podemos permitirnos.
No estaría de más que, en vez de obras faraónicas que el socialismo consintió con comisiones por medio, se construyeran “manifestódromos” para los sindicatos de clase para que allí hicieran sus manifestaciones cuando lo desearan. Así dejarían de molestar a otras colectividades que también tienen derechos. A todos nos llevan los demonios cuando cortan el centro de una ciudad, de forma caprichosa, para sus reivindicaciones y algaradas sin tener en cuenta los derechos de los otros. No sé si algún sindicalista ha leído la famosa fábula de Esopo sobre derechos y obligaciones, pero si lo ha hecho está claro que ha olvidado su contenido.
En el momento de finalizar este artículo, tengo referencias de alguna organización que se ha desmarcado de la huelga. Si bien ha sido buena la gestión del Ministerio de Fomento, espero que no haya sido “a cambio de”. Hay que tener en cuenta que tanto UGT como SEMAF no dan un paso sin compensación material.