Por Xavier Carrió Jamilá /
Dispuesto a comparecer ante la justicia
El expresidente de la Generalitat subraya que es “el único responsable” de los hechos descritos y de todas sus consecuencias, y remarca su compromiso de comparecer ante las autoridades tributarias o, si corresponde, ante las instancias judiciales para acreditar los hechos.
Pujol señala que expone todos los hechos con mucho dolor por lo que significa para su familia y para él mismo, pero sobre todo por la gente “de buena voluntad que pueden sentirse defraudados en su confianza“, a los que pide perdón.
“También les pido que sepan distinguir los fallos de una persona –por muy significativa que haya sido–, y que esta declaración sea reparadora en lo que sea posible del mal y de expiación para mí mismo”, concluye.
Últimamente, habían aparecido diversas informaciones sobre movimientos de dinero supuestamente irregulares de la familia Pujol, como la noticia que publicó El Mundo a principios de mes, según la cual la familia del expresident ingresó 3,4 millones en un mes, en 2010, en un banco de Andorra.
Jordi Pujol pretende que creamos que la fortuna del clan familiar, objeto de numerosas sospechas por su relación con casos bien notorios como el del Palau de la Música, donde aparece involucrado él mismo con sus iniciales en numerosos apuntes de comisiones ilegales, obedece a un dinero heredado que, por despiste, olvidó consignar en el apartado correspondiente de sus declaraciones de impuestos. En realidad, la peculiar confesión del expresidente de la Generalidad pretende solventar de un plumazo las más que fundadas sospechas que pesan sobre varios de sus hijos, dos de los cuales están incursos en sonados casos de corrupción y tráfico de influencias al amparo de sus gestiones ante el Gobierno regional catalán.
Nada mejor que envolverse en la bandera catalana para ocultar las vergüenzas de los políticos que movilizan a la población, enfrentándoles con sus compatriotas para tenerles ocupados y que no reparen en la mala gestión de la Generalitat, en el despilfarro en oropeles nacionalistas y, lo más vergonzoso, mientras algunos “se lo llevan calentito”.Eso de que “quien me acusa a mí, está atacando a Cataluña” ya lo utilizó Pujol cuando le investigaron en la querella por el “Caso Banca Catalana” y ha sido la cantinela habitual de los dirigentes nacionalistas cada vez que han sido sospechosos de haber cometido algún delito.
Es la mejor manera de engañar a los ciudadanos, para que vean fantasmas de persecución contra Cataluña donde sólo hay manejos de algunos listillos.Ahora resulta que llevarse en dinero en billetes de 500 euros a Andorra escondidos en el maletero del coche, no pagar impuestos o hacer tráfico de influencias para otorgar concesiones públicas a los amiguetes, es “hacer país”. ¡Menuda tomadura de pelo!
Solo hace falta echar un vistazo a este blog para ver la gran cantidad de acusaciones que pesan sobre Jordo Pujol y su millonarios hijos para que ahora nos creamos a pies juntillas lo que esta diciendo en su carta que solo es para intentar quitar el foco sobre las demás cuestiones en las que la justicia esta estrechando el cerco.
Este es el comunicado íntegro de Jordi Pujol:
Ante las informaciones aparecidas desde hace casi dos años alrededor de los miembros de mi familia más directa y de las insinuaciones escritas sobre el origen de los medios económicos de la misma, me veo en la obligación de poner de manifiesto los siguientes extremos:
Mi padre Florenci Pujol y Brugat, dispuso como última voluntad específica que un dinero ubicado en el extranjero -diferente del comprendido en su testamento-, rendimiento de una actividad económica de la que ya se ha escrito y comentado, y que no estaban regularizados en el momento de su muerte en septiembre de 1980, fueran destinados a mis siete hijos y a mi esposa, porque él consideraba errónea y de incierto futuro mi opción por la política en lugar de seguir en el mundo de la actividad económica. Y más aún, porque habiendo vivido de cerca la época difícil de los años 30 y 40 tenía miedo de lo que podía pasar, y más de lo que podía pasarle a un político muy comprometido.
La repentina muerte de mi padre tuvo lugar a escasos cinco meses de mi toma de posesión como presidente.
En aquel momento la minoría de edad de la práctica totalidad de mis hijos me convertía en responsable legal de cualquier decisión, y pese a que mi conciencia y mi cargo me empujaban a rechazar esta herencia, la última voluntad de mi padre junto con su opinión y dudas sobre mi opción vital por la política pesaban todavía más, y finalmente decidí encargar su gestión y regularización a una persona de máxima confianza de mi padre y también mía, gestión de la que no quise saber nunca el más mínimo detalle, hasta que llegados a la mayoría de edad todos mis hijos se decidió que esta persona cediese esta gestión a uno de mis hijos. Es en este momento que mi error original contaminó directamente a mis siete hijos y a mi esposa.
Lamentablemente no se encontró nunca el momento adecuado para regularizar esta herencia, como sí han podido hacer el resto de personas que se encontraban en una situación similar en tres ocasiones excepcionales a lo largo de treinta años de vigencia del actual sistema tributario. Finalmente ha sido en estos últimos días que los miembros de mi familia han regularizado esta herencia, con las consecuencias del nuevo marco legal aprobado para incentivar la última regularización excepcional de noviembre de 2012 y para penalizar extremadamente las regularizaciones posteriores.
De los hechos descritos y de todas sus consecuencias soy el único responsable, y quiero manifestarlo de forma pública, con mi compromiso absoluto de comparecer ante las autoridades tributarias o si hace falta ante instancias judiciales para acreditar estos hechos y de esta forma acabar con las insinuaciones y los comentarios.
Expongo todo esto con mucho dolor por lo que significa para mi familia y para mí mismo pero sobre todo por lo que puede significar para tanta gente de buena voluntad que puedan sentirse defraudados en su confianza, a la cual pido perdón. Y también les pido que sepan separar los errores de una persona -por muy significativa que haya sido-, y que esta declaración sea reparadora en lo que sea posible del mal y de expiación por mí mismo.
Barcelona, 25 de julio de 2014