Como decía en mi post anterior, paso a contar fielmente un ejemplo llamativo en el ámbito sanitario sobre cómo –por las malas políticas de la Consejería de Sanidad de la Junta de Castilla y León–, algunos médicos se convierten en simples funcionarios. Pero en funcionarios chapuceros en vez de responsables. Eso es lo que hemos comprobado en el Hospital Clínico Universitario de Valladolid, donde el correspondiente doctor (llamémosle Dr. López, de forma imaginaria y por respeto) comunica a los familiares del enfermo que no puede intervenirle porque es su hora de salida.
Finalizado su horario de trabajo la Consejería de Sanidad ha dejado de pagarle, por lo que “les pido a ustedes disculpas por las molestias, pero no trabajo gratis y no voy a quitar tiempo a mi familia. Constantemente me estoy llevando broncas. Puede quedarse ingresado el paciente o marcharse a casa y regresar el lunes a las siete y media de la mañana, si lo desean” (sic). Todo ello, dicho sea de paso, expuesto con cortesía y educación.
En palabras del periodista Ónega, puedo prometer y prometo que eso fue así. Es una prueba de cómo la Consejería de Sanidad –cuyo titular es Antonio María Sáez Aguado– con sus recortes ha convertido a algunos médicos (al menos al médico del que hablo y presuntamente a ese Servicio) en meros funcionarios de “tantas horas, tantas pelas”.
Una prueba más, aunque hay muchas otras, de cómo el “céntimo sanitario” no ha llegado al ámbito sanitario en Castilla y León. A pesar de algunos médicos –que no representan a la generalidad de ellos, como todos los políticos no son ‘casta’– sigo pensando que ayudar a los demás es fascinante: solo hay que mirarlo a través de las gafas correctas.
Antes se decía que los médicos velaban por la salud y los cocineros la destruían; ahora parece que algunos médicos también quieren imitar a los cocineros. ¡No sé qué pensaría Hipócrates si levantara la cabeza! Visto lo visto acabaría siendo médico-funcionario de “tantas horas, tantas pelas”.