La educación es un indicador de desarrollo nacional
El aprendizaje de conocimientos, si no va acompañado de habilidades, supone un sistema cojo por su desfase y su irracionalidad. PISA lo dice con tremenda claridad, pero parece que la administración educativa lo plasma solo en letra y lo olvida en el devenir diario. Por eso, España precisa con urgencia de la reforma de su sistema educativo y no de simples acoplamientos e implantaciones de sinónimos, para dar a entender que algo se mueve, aunque nada cambie. Hay que castigar el robo de lo más importante que es el tiempo para enseñar y aprender. Ya decía Napoleón que “hay ladrones a los que no se castiga, pero que nos roban lo más preciado: el tiempo”.
Siempre se ha dicho que la educación es un indicador de desarrollo nacional. Hablamos de una herramienta preparada para aportar las bases del crecimiento personal y de la inserción social. En los tiempos que corremos no se entienden las trabas que se ponen desde la izquierda radical, quien siempre vincula la educación a criterios economicistas. Algo hay que hacer para frenar desfachateces e insensateces cuyo objetivo es que exista desconcierto para hacer realidad aquello de “cuanto peor, mejor”. Precisamente, por eso no entendemos la algarada callejera que resulta de intentar catalogarlo todo, incluso la innovación y el desarrollo. Ya solía decir Hermann Hesse que los hombres que dicen cosas interesantes no son muy numerosos, pero los que escuchan son aún muy escasos.