Es tal la cantidad de problemas que tiene esa comunidad autónoma que el desvío de la atención es el camino más efectivo.
Por Jesús Salamanca Alonso / La comisión permanente del Consejo Escolar de la Generalitat catalana se ha pasado tres pueblos y medio. En esta ocasión lo ha hecho mediante la circular que ha remitido a la comunidad educativa; en ella ha pretendido hacer más presión sobre la cuestión independentista y la forma en que lo ha hecho solo puede calificarse de vulgar adoctrinamiento. La indefinición y desorientación que reina hoy en Cataluña lleva a estas vulgaridades rayanas en lo esperpéntico. Empiezan por intentar espantar moscas a cañonazos y acaban haciendo que la educación salte por la ventana de la escuela, tan pronto como la política entra donde no debe.
Ese desconcierto al que antes aludía lleva a reclamar la elección del destino de la región catalana y, a la vez, a entorpecer la convivencia diaria de Cataluña. Es tal la cantidad de problemas que tiene esa comunidad autónoma que el desvío de la atención es el camino más efectivo. La Generalitat tiene cientos de gastos inútiles que paga la ciudadanía, además de cargos y cargas públicas indefendibles.
El próximo vencimiento de deuda pública de la Generalitat hará que el Gobierno central deba echar una mano importante; ello supondrá estar callados tres días, o hasta el momento que Cataluña tenga la ayuda económica en sus arcas. Ya han podido comprobar aquello de “hoy somos España, mañana dejamos de serlo”. El origen está en una mala gestión y en una sobre dimensión de estructuras inservibles para España, pero que sirven de aliadas para la “brutalidad” catalana.
El Gobierno catalán siempre ha estado hambriento de protagonismo. Cuando ha creído estar en segunda fila, ha sufrido. Le pasa lo que al hermanito celoso. Por eso el Consejo Escolar ha hecho lo que antes hicieron otros órganos y organismos en otras comunidades autónomas como el País Vasco: Cientos de profesores se vieron obligados a concursar en los concursos generales de traslados porque eran amenazados, burreados y despreciados al no impartir docencia en el modelo D; es decir, el modelo en el que todas las materias se imparten en euskara y el castellano es una asignatura más. Las propias ikastolas han sido y son núcleos de envenenamiento para los niños. ¿Y los libros? Pues los libros, en algunos casos y en algunas editoriales vascas, eran la insensatez hecha edición: desde hablar de seis Estados en la Península Ibérica hasta rehacer la Historia de España mediante el retorcimiento y el falso protagonismo.
Convertir a un Consejo Escolar en brazo ‘armado’ del independentismo, en lo que se refiere a la comunidad educativa, es atentar contra la lealtad estatal y contra la propia ciudadanía de esa comunidad. No se entiende qué pinta en esas comunidades que actúan así la Alta Inspección, la delegación del Gobierno, las subdelegaciones y otros órganos representantes del Gobierno central. Burrada tras burrada, Cataluña ha logrado romper un equilibrio necesario para superar la crisis. Su último anhelo es trocear la caja única de la Seguridad Social; si eso se lleva a efecto, entonces sí que estaremos en el inicio del fin del principio de solidaridad interterritorial y en el fin de muchas otras cuestiones.
No veo al Gobierno central capaz de coger al toro por los cuernos ni al Consejo Escolar catalán de dar marcha atrás. La respuesta de Sáenz de Santamaría, tras el Consejo de Ministros, no creo que vaya más allá de quedar bien ante la ciudadanía. Nos han engañado tantas veces desde el Gobierno que ya ni hacemos caso, porque entendemos que es un engaño más. Sin duda, la única verdad de la ‘vicetodo’ es que la circular “supone una desnaturalización absoluta de las funciones del Consejo Escolar”.