Por Xavier Carrió Jamilá / El fallecimiento de la niña vecina del enclave burgalés de Treviño ha vuelto a reivindicar que la sanidad universal, entre regiones de nuestro país, no funciona y se convierte en una burla cuando el buen hacer de los médicos y personal sanitario tropieza con toda clase de normas distintas y contradictorias para el enfermo que se ve obligado a utilizar la burocracia y egoísmo de los 17 sistemas sanitarios que ahora mismo padecemos, empeñados en competir entre ellos.
Según cuenta el padre, llamó al hospital Txagorritxu, a 20 kms de Vitoria, donde había sido tratada anteriormente, y se le había negado a causa de que Treviño no pertenece a la comunidad vasca y desde allí habría instado a la familia de la a pedir una ambulancia a Miranda de Ebro, a mucha más distancia y –después de mucho insistir– tuvo que ser finalmente el propio progenitor quien optó por salir él mismo de Vitoria, donde trabajaba, y llevar a la pequeña en su coche hasta el hospital de Txagorritxu, donde murió por una complicación derivada de la varicela que padecía.
Lo ocurrido en el Condado de Treviño se hubiese podido evitar con unos protocolos claros de actuación o, simplemente, con una actitud distinta en algunas personas concretas, pero lo que está claro es que algo falla en un sistema en el que son posibles estos errores de tan trágicas consecuencias.
Muy irresponsables han sido las palabras del diputado del PNV, Emilio Olabarría. Tras no reconocer no tener “ni idea de lo ocurrido” no dudó en justificar lo ocurrido por las reclamaciones políticas del PNV. “La voluntad de los ciudadanos de Treviño es integrarse en Álava, en Euskadi. Desde luego, si esto se hubiese producido, si se hubiese respetado la voluntad del pueblo de Treviño, seguramente episodios de esta naturaleza se hubiesen podido evitar, o prevenir con más eficiencia”.
Pero dejando aparte unas palabras carentes de sensibilidad, que encajan dentro de las habituales pretensiones del nacionalismo vasco, situaciones así se producen todos los días en todos y cada uno de los lugares del país, donde en centros de salud y hospitales donde se da preferencia a la atención de cualquier extranjero aunque acuda sin ninguna documentación antes que aquel de la comunidad vecina que acude con la identificación correspondiente de su comunidad y se le olvidó comunicar su viaje. En estos casos todo son trabas administrativas.
En este caso fue la discusión de la “competencia” del servicio de ambulancia medicalizada que era necesaria para intentar salvar la vida a una niña donde el tiempo ha sido la causa primordial de este fallecimiento. Pero ésta es solo la punta del iceberg de un sistema disparatado que funciona solo gracias a la responsabilidad al sentido común de los profesionales que en muchas ocasiones se ven obligados a saltarse las normas impuestas desde la comunidad autónoma respectiva.
Todo el mundo tiene en su retina casos con toda seguridad no tan graves como lo que ha ocurrido con esta desdichada niña, pero no menos molestos para los usuarios de la sanidad pública gracias a las distintos sistemas informáticos que impiden poder retirar un simple medicamento recetado desde otra comunidad. Cuando estoy de viaje fuera de mi comunidad, me toca pagar la totalidad de los medicamentos que tengo asignados como crónico ya que la Comunidad Valenciana no me los puede dar por anticipado gracias a sus respectivos programas informáticos y los contradictorios planes de austeridad.
La intervención de la Defensora del Paciente, Carmen Flores, en diversos medios de comunicación no ha hecho más que abundar, y creo yo, exagerar en la descoordinación sanitaria entre comunidades, relatando casos gravísimos entre diversos servicios de las Comunidades Autónomas que puede generar una alarma entre los pacientes que tampoco puede ser buena.
El PP en su programa electoral estuvo haciendo campaña sobre la Tarjeta Sanitaria Única para todo el territorio nacional. Hasta ahora y han pasado más de dos años, estamos esperando que Ana Mato como ministra de Sanidad dedicada en cuerpo y alma a una política de recortes que ha recaído especialmente el usuario, que careciendo apenas de competencias, salvo la coordinación entre diversos servicios, anuncie su implantación y mientras seguimos aguantando toda clase de inventos de cada consejero/a de sanidad autonómica que plantea su solución particular mientras el paciente no tiene más remedio que aguantar a todos estos burócratas de la sanidad. Para eso y ahorrar los enormes costes de material sanitario comprado de manera aleatoria desde diversos puntos nos dice que ante toda esta suma de incompetencias, sería mejor retirar total o parcialmente las competencias sanitarias de las CCAA.