Por Jesús Salamanca Alonso / El Ministerio de Educación sigue avanzando a piñón fijo, sin importarle las críticas ni las sugerencias de la comunidad educativa. Además, mientras dicho Ministerio demuestra ser un sordo selectivo, su titular genera crispación allá donde acude. Hay una clara respuesta a ese rechazo: la falta de receptividad ministerial. Si cientos de enmiendas presentadas a la futura LOMCE gozan de pleno consenso social y político, no se entiende que los únicos discrepantes sean el propio ministro y sus asesores.
Lo primero y más doloroso que hay que mencionar en el desarrollo de la LOMCE es el casi nulo diálogo. No estamos ante una reforma sino ante puntuales retoques que ensombrecen más el sistema educativo y desequilibran la realidad docente y discente; es decir, vamos como los cangrejos.
El Ministerio de Educación demuestra que conoce el ‘copio y pego’: sobre algunos artículos de la LOE retoca sinónimos y añade vocablos rimbombantes. A eso llama aspirar a mejorar la calidad y alcanzar la excelencia. No hay duda que es la teoría del tonto útil. Sirva un ejemplo retrospectivo: en su día comparábamos el título III de la LOGSE con el correspondiente de la LOCE y la técnica era exactamente igual, lo que demuestra que la derecha conservadora es incapaz de aportar frescura y ‘juventud’ a la educación. ¿Recuerdan cuánto duró la LOCE de Pilar del Castillo? Pues sobra cualquier otra explicación.
Un segundo dato sobre la futura ley es la desvertebración. Si hoy ésta ofrece serias dificultades y se ha convertido en la desorganización mejor organizada, los retoques que propone el clan Wert acabarán desvirtuando por completo el sistema. Abundan las medidas desacertadas. Ello también repercutirá en la organización de los centros, lo que impedirá alcanzar esa calidad con la que se les llena la boca a algunos, aunque sea una supuesta calidad que salta al vacío.
Si tenemos en cuenta los recortes aplicados y la distribución de los mismos, estamos ante un problema serio. Pongamos un ejemplo: cuando no habíamos llegado a la crisis actual, las consejerías de educación mandaban a algunos centros hasta tres pizarras digitales, sin haberlas solicitado y, en la época actual, los gastos de funcionamiento apenas llegan para comprar higiénico; incluso, las mencionadas pizarras digitales se utilizan en muchos centros educativos como paneles separadores de almacén, porque no enviaron el software correspondiente las consejerías de educación y los centros no disponen de dinero para ello.