Ancestros y costumbres de un pueblo
Por Antonio Gómez “Parrito” / Mi intención en este momento es simplemente hacer un relato de todo lo que mis sentimientos desean transmitir a todos aquellos que han tenido la suerte de haber nacido en este barrio tan atractivo para muchos y, en especial, para este ‘“aprendiz de erudito’ abajo firmante.
Mi calle, la de Vasijeros, tenía unos ancestros tan agradables y dignos de resaltar que mi atrevimiento me lleva humildemente a narrar. Pues bien, si nos remontamos al tiempo comprendido entre 1958 y 1964, inclusive llegando hasta el 68, aún siento añoranza por todo lo que el día a día marcó a nuestra infancia. Nuestra ilusión iba creciendo al comprobar que todos visitaban ‘nuestra calle’, lo que convertía nuestro ‘modus vivendi’ y nuestro ‘modus operandi’ en algo agradable y cordial.
Recordando con cariño a todas las personas que pasaron por aquí, me he aventurado a realizar una especie de efeméride. Así pues, empezaré por aquel personaje bajito y muy dicharachero que respondía al nombre de Fidencio ‘El marranero’, tal era su apodo: mi recuerdo me dice que era buena gente.
No me olvido del señor Alberto, el último carromatero, ni de Cigales; siempre acompañado de sus famosos pellejos de vino y tratando de vender — incluso a plazos– algún cántaro de ese tan buen zumo de uva. Trillos y taburetes nunca faltaban a la cita, aunque sí el señor Alfredo, ‘El director’, siempre ocupado con sus cosas y cuyo hijo ya mostraba temprana vocación por el arte de cúchares. A día de hoy desconocemos su paradero.
Por otra parte, los componedores trataban de poner con sus utensilios un remate a un orinal o a algún otro cacharro de lata, que en aquellos tiempos eran muchos. El señor Teófilo ‘El pimentero’, siempre intentaba hacer un hueco en cualquier casa con el propósito de poder llevar algo a su familia.
La toca ahora al mozo Luis, del que tanto tiempo hemos disfrutado con las actuaciones que día a día nos ofrecía en el lugar que todos denominaban “su casa”; es decir en “La Posada de la Pila”.
También nos tocó vivir momentos gratos. Pudimos ver a hermosos caballos y jinetes: Josechu Pérez de Mendoza, gran caballista, que nos deleitaba con su buen hacer. Conocí a Paquita Rocamora y a Conchita Citrón, que con sus bien trenzadas coletas y su fuerte personalidad enamoraba a nuestra “bandera”. Además, toreros como Pablo Bustos, ‘El Chaca’, ‘El Peterillo’, ‘El Botines’ y otros tantos que tan gratas tardes nos han hecho pasar hablando del toreo.
No quiero olvidarme de ninguna persona de cuantas vivían en esa ‘gran avenida’ que fue en su tiempo la ya citada calle de Vasijeros, tales como Maxi y Rosa, la señora Teófila, el señor Justi, el señor Manuel, las señoras Patro y Silvina, y el señor Fausto, con cuyos hijos he pasado la mayor parte de mi infancia. Recuerdo también al señor Alejandro ‘El huertero’, con sus famosos carretillos, y a la señora Inocencia, el señor Julián, el señor Arsenio, la señora Emiliana, el señor Ciriaco, las señoras Honorata y Benita, con cuyos hijos siempre nos unió la comprensión y el respeto. La señora felisa, el señor Andrés y Ángel. Cito especialmente al señor Auxilio y a la señora María por habernos pretegido siempre en su ilustre posada y en todos los momentos difíciles, arropándonos con su bondad y cariño. La señora Vicenta, el señor Francisco ‘El sereno’, sus hijos…. Todos han formado y forman lo que llamamos ‘La Fuerza del Cariño’.
La señora Luciana, bondadosa y siempre queriendo ayudar a los demás, la señora Silvina, el señor Julio Salamanca y sus hijos,… cuántos recuerdos traen a mi persona. La señora Eduarda, el señor Juan, la señora Cándida, cuyos retoños eran maestros del torno. También recuerdo al señor Dionisio y familia, él un hombre con gran temperamento y carácter, pero siempre muy trabajador. La señora Paula, el señor Manolo, la señora Jesusa, el señor Nazario, la señora Victorina y el señor Rafael, el hombre más longevo del pueblo. La señora Julia, el señor Moreno, la señora Eufemia, el señor Sabino, la señora Teodora, el señor Teófilo, el señor Felicito, la señora Sabina y su hijo, un gran amigo mío.
Mi recuerdo a la señora Elena, al señor Justo, una persona afable y abierta… ¡Qué recuerdos me pasan por la cabeza evocando aquellos merengues y abisinios que en su famoso puesto nos hacían sentir que existíamos!. La señora Rufina, el señor Victorino, persona amante de la tauromaquia y maestro, junto con sus hijos, de haber creado un nombre dentro del arte del mantecado y la repostería. La señora Angelines, el señor César ‘el molinero’, la señora Felisa, el señor Ángel López, la señora Luci, el señor Pin, el señor Moisés Rico y su familia, con sus famosos baños que alguna vez nos venían bien para ‘asearnos‘.
La gran familia formada por la señora Carmen, el señor Flaviano, gente emprendedora y afable. El señor Pasícrates, la señora Josefina, el señor Arturo, José el que que fuera alcalde de Portillo y su hermano Jacinto, Rosa y Javi, los restauradores del Mesón Quevedo. Quiero también referirme a personas que convivieron con nosotros, como pastores y otras profesiones que evocan en nosotros cariñosos recuerdos e imborrables momentos pasados.
Siguiendo la calle en dirección a la carretera de Segovia, me complace rememorar al señor Claudio, a la señora Úrsula, al señor Félix, al señor Sinforiano y su señora, al señor Longinos, con el que mis queridos hermanos contaban sucesos muy agradables. También me acuerdo de la señora Tere, la señora Milagros, el señor Manuel ‘El pregonero’, que nos encandilaba día a día con sus ‘cantos gregorianos’.
De la zona más próxima a la ‘placituela‘ me acuerdo del señor Tomás ‘El sereno’, Sócrates y su señora, la familia de Evaristo –dedicada a los ultramarinos– que supo entendernos bien en aquella etapa de nuestras vidas, aunque algún disgustillo se llevaba cuando el gran cinéfilo y descubridor del “séptimo arte”, don Marugán, amenazaba con dar descanso antes de tiempo (creo que tenían algunas veces problemas para cobrar). La señora Marina, el señor Peque, la señora Tina, el señor Guillermo: aquel que me cortaba el pelo y me echaba esa famosa colonia de botijo, son algunos de los que tampoco podría olvidarme por muchos lustros que pasasen.
Tampoco me olvido de la familia del señor Félix ‘Rastrillo’, la señora Emiliana, el señor Mariano, la señora Porfi y el señor Moisés. Llegado a este punto, me complace hacer hincapié en el cariño que tenía mi hermano Tito por ellos y sus hijos. De la familia Gascón, gente cordial y ecantadora, con quien tuve la suerte de disfrutar tres años de mi vida y aún sigo siendo un buen amigo de ellos.
No menos entrañables fueron el señor Cari, la señora Nati, el señor Teófilo, Pablo, sus primos y demás familia, Pablo de la Calle y sus hermanos, los cuales mostraban una clara afición y atractivo por los galgos. La familia de Virgilio ‘Perdigón’, el hidalgo que nos dejó la herencia de ‘cómo hacer una institución’. La señora Amada, el señor Marcelino, que gozaba y disfrutaba de sus queridas fiestas y de su afamada bodega casera. La señora Felisa, el señor Gascón ‘El barman’ que, con su estrategia y buen hacer, logró hacerse un nombre de prestigio en toda la geografía española.
Dado que todo lo que empieza tiene su fin, he de nombrar a la señora Jacoba, al señor Mateo y a sus hijos Tito, Tita y Bienve: gente con quienes también he tenido la suerte de compartir momentos muy agradables. No quiero pasar por alto aquella famosa peña que, con el nombre de ‘Los amables’, marcó estilo propio de saber, transmitir e imprimir huella; una impronta que mi generación nunca podrá olvidar.
Todos estos ‘vecinos‘ son los que he tenido la gran suerte de conocer y con los que he convivido. Por todos ellos siento un extraordinario aprecio de por vida y, a la vez, una gran tristeza que despierta en mi interior una enorme pena, pues voy comprobando que mi querido barrio se va despoblando de gente debido a causas por todos conocidas.
Dedicatoria final:
“Se lo dedico a todo el barrio, a mi madre, a mis hermanos y, especialmente, a mi padre por tener el orgullo de ser su hijo”
Antonio Gómez “Parrito”