De nuevo el PP se queda a mitad de camino de lo que debe ser una reforma educativa. Parchea, completa, corta y pega pero nada más. Si llega a salir adelante este ‘invento’, pasará lo que sucedió en su día con la LOCE respecto a la LOGSE: se cambiaron expresiones, se cambió el orden del articulado, títulos y palabras pero seguía siendo la LOGSE aunque con vocablos ampulosos y llamativos del estilo de: calidad, excelencia, esfuerzo y sacrificio. Al final, nada. La prueba de ello es que otra vez estamos en las mismas.
No es una reforma global en profundidad. Lo que se está haciendo no es lo que necesita el sistema educativo. Con las medidas que se han adoptado no se resolverá el elevado fracaso escolar y el abrumador índice de abandono temprano que hay en nuestro país. De nuevo se deja de lado al profesorado, no se cuenta con él y se toman decisiones absurdas, como si la propia administración lo supiera todo, cuando ni siquiera sabe lo que es un centro educativo por dentro y muchos de los que asesoran en la reforma jamás han pisado un colegio o instituto; no saben si las tizas sirven para escribir o para luchas sin cuartel.
Las reformas hechas hasta ahora han sido un desastre con mayúsculas. Y si muchas cuestiones han salido adelante ha sido gracias al profesorado que es capaz de suplir la incompetencia de la administración educativa, de las consejerías de educación y del propio Ministerio de educación y ‘Cosas varias’.
Cada vez que cambiamos de Gobierno, cambiamos el sistema educativo o lo retocamos y así no vamos a parte ninguna. Aclarada esa idea, he de decir que también hay algunas ideas positivas. Vamos con ellas: aumenta la autonomía de los centros y la capacidad organizativa de los mismos, el claustro tendrá peso en las decisiones aunque ya lo tenía en cuestiones pedagógicas y didácticas, se da importancia a los refuerzos para las materias troncales, mayor flexibilidad en general, incorporación generalizada de las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) al sistema educativo, el dominio de una segunda o tercera lengua extrajera, mayor orden y control en las comunidades autónomas en cuanto a los contenidos…
Lo que no vemos claro, entre otras cuestiones, es que ‘vuelva la burra al trigo’. Si bien la enseñanza de la religión tiene una alternativa de Valores Culturales y Sociales en Primaria y de Valores Éticos en Educación Secundaria Obligatoria, no entendemos que la religión se instale en la escuela, cuando es algo personal y privado del individuo. Y el hecho de que tenga una carga horaria semejante al resto de asignaturas ofrecidas en el bloque de asignaturas específicas es una pasada inconsciente que, incluso, puede calificarse de un chantaje de la Iglesia católica al Estado. Como especialista en las relaciones Iglesia-Estado me parece que está fuera de lugar acoger a la religión en la escuela, sobre todo si se acoge a una y no a las demás.
El nuevo intento de reforma sí tiene muchas cuestiones que hay que criticar porque no se entienden, aunque las consejerías del PP en las comunidades autónomas den el beneplácito, a la vez que cruzan los dedos por detrás. De nuevo surge la ‘guerra de guerrillas’ entre las comunidades con lengua oficial y el estado; en el caso de Cataluña no es cierta la defensa cutre que hace su consejera de educación, pues se trata simplemente de ocultar otros fracasos que han llevado a Cataluña a rogar de rodillas el dinero del Fondo de Liquidez Autonómica.
Vamos con esos aspectos negativos: como decía antes, se elabora sin contar con el profesorado que es el principal pilar de cualquier reforma, no hay diálogo ni consenso ni dinero para el desarrollo; a los directores de los centros se nos dota de unas atribuciones que no deseamos ni se precisan para hacer realidad la autonomía organizativa de los centros; sobran los incentivos al profesorado porque éste no los precisa en esa línea (bastantes humillaciones ha sufrido), ya que se pone en duda la profesionalidad y la honradez del enseñante; no se concretan muchas de las funciones entre administraciones, lo que genera abusos de la administración en los nuevos desarrollos normativos; no tiene sentido otorgar beneficios a la enseñanza privada en detrimento de la escuela pública; juega excesivamente con el concepto de escolarización y el pago de la misma. Pero hay más que serán desgranados otro día.
De nuevo veremos un pan como unas tortas. Al tiempo. El MEC va a su aire, las comunidades al suyo dependiendo del color y del dinero recibido. El profesorado es un mero observador, como de costumbre, pero será sobre quien recaiga la responsabilidad y los cometidos para que salga adelante una reforma que será reformada o deformada tan pronto como haya un cambio de Gobierno. Siempre igual, pero a peor.
Jesús Salamanca Alonso