Alfredo Pérez Rubalcaba, el que lo sabe todo de todos, anda últimamente de capa caída no solo ante sus adversarios políticos, sino ante sus propios compañeros que ya no quieren aparecer a su lado en la foto. Ha pasado en seis meses de ser la esperanza de los socialistas ante la debacle electoral de Rodríguez Zapatero, a convertirse en otra carga a sumar a la de su jefe. Hoy se puede leer en las portadas de los periódicos la prueba de que el responsable de su seguridad miente a la Justicia y a los ciudadanos sin ningún reparo, al negar que un juzgado haya exigido a su jefe el insistente requerimiento de la Justicia para que se aporten los nombres de los agentes que, bajo el mando del comisario Sánchez Manzano, se responsabilizaron de las muestras del explosivo utilizado en el 11-M, la prueba determinante para conocer la autoría de los atentados que hasta el momento sigue sin ofrecer garantías de autenticidad.
Uno queda admirado por la camaleónica capacidad de resistencia de este personaje, quien ha estado siempre presente en los episodios más oscuros y sangrientos de la vida política del país en los últimos 20 años, pero está llegando al final de su carrera. Las averiguaciones judiciales sobre el caso Faisán y su empeño en no facilitar las prácticas policiales después del 11-M siguen avanzando, le van cercando y solo es cuestión de buscar el momento oportuno para su desaparición de la vida política.
Hace ya más de veinte años como ministro de Educación con Felipe González fue el principal responsable de poner en marcha la LOGSE, el sistema educativo que nos ha llevado a que nuestras universidades se conviertan actualmente en almacenes de parados y situarnos a la cola de los países civilizados. Después fue portavoz del PSOE en la época final de González ocultando el terrorismo de estado de los GAL y los robos a las arcas del Estado de producían a todos los niveles. Con su actitud consiguió alargar tres años más al partido en el poder y la agonía de una sociedad dominada por la corrupción y el asalto a la ley.
El 11 de marzo 2004 ocurrió el mayor atentado ocurrido en España con centenares de víctimas que sigue aún sin esclarecer y que llevó a Rodríguez Zapatero al poder tres días después. En aquel momento fue muy sospechosa su actuación cuando en dos días consiguió movilizar a las bases socialistas y modificar las sospechas sobre los autores del crimen. Desde entonces ha estado negando sistemáticamente informaciones básicas a la Justicia para que se pueda llegar a conocer quiénes fueron realmente los autores intelectuales del atentado que cambió el curso de nuestro país.
Rubalcaba ha insultado a todos los españoles, y muy especialmente a las víctimas del terrorismo, con su protagonismo esencial en la negociación con la banda de asesinos de la ETA, que ha culminado con el asombroso caso Faisán, en el que, como siempre que Rubalcaba anda por medio, nuevamente el Estado está bajo sospecha de haber colaborado con una banda terrorista, hecho insólito que en cualquier otro país se hubiera llevado por delante a todo el equipo ministerial, sino al Gobierno en pleno. Que cada uno saque sus conclusiones.