Estamos contemplando que los políticos regionales establecidos se están blindando ante las próximos comicios y se están mostrando a cara de perro , que lo más importante para ellos no es ganar o perder las elecciones si no permanecer como sea en un parlamento, ayuntamiento o empresa pública que les vaya a asegurar las habichuelas para los próximos años. Nadie quiere apearse, todos quieren encabezar la lista que va a convertirles en inmunes para la Justicia y si para ello hay que arremeter contra los propios compañeros de partido, se hace y punto. Todo sea por un escaño.
En Valencia vemos que Alarte y los suyos, que con la aparición de Antonio Asunción ven peligrar su puesto, lo vetan en la primarias y ahora lo expulsan del partido, prescindiendo de un político honrado, de alguien que podría ser un buen candidato y les podría sacar PSPV de su desastre actual.
Hemos visto en Asturias la reacción de los políticos asturianos ante el anuncio de Álvarez Cascos de presentarse para el Principado a pesar de que las encuestas dicen que con él, el PP podría ganar de calle las elecciones para el Principado. Allí los políticos del PP, con el alcalde de Oviedo a la cabeza, prefieren seguir en la oposición antes que dar entrada a quien podría hacer una verdadera limpieza en todo el entramado clientelar generado en estos últimos años.
En Cataluña, CIU y PSC hace pocos días rivales encarnizados, realizan un pacto de silencio a pesar de que Mas dice que los socialistas con Montilla a la cabeza le han dejado un grandioso agujero en la caja que va a costar nuevos sacrificios a los catalanes y pacta con ellos y no arremete contra sus culpables no sea que aparezca el caso Palau o lo del 3%
Existe un pacto. En toda España, la clase política se repartió el país con el consentimiento de Madrid. Probablemente cuando llegue el «cambio» se llegue a feudos como Andalucía, Extremadura o Castilla la Mancha, que nadie piense que va a salir toda la mierda de décadas de clientelismo. El pacto está más que claro, yo te tapo a tí y tú me tapas a mí, salvo casos escandalosos y que sean destapados por la prensa. ¿Por qué no quieren cambiar la ley electoral si no?.
No hay que irse a Oviedo o cualquier ayuntamiento asturiano para comprobar los pactos silenciosos de reparto de poder. Ocurre en toda España. Por repartirse, se reparten hasta las subvenciones, incluidos a sus «capos», los llamados «sindicatos de clase», y apartando a todo aquél que desee cumplir con su función para con la ciudadanía. ¿Acaso no se reparten las togas y sillones del Poder Judicial? Espero y deseo que formen partido, y que sigan los dictados de la Constitución, permitiendo la democracia interna. Y que cunda el ejemplo, hasta formar un grupo de restauración democrática a nivel nacional.
No hay democracia interna en los partidos (últimas muestras Cascos y Asunción). Los «servidores» (políticos) de los ciudadanos no son la regla sino la excepción (vamos, no sirven, se sirven y por lo tanto no nos sirven). Hace falta un manifiesto, un decálogo, una hoja de ruta, hecha por ciudadanos que pueda reunir a todos los ciudadanos descontentos.
El Tea Party en España es más necesario que nunca. Además puede basarse en puntos donde no debería haber problema ideológico, como la reforma de la ley electoral, la reforma de la constitución y el estado de las autonomías.
A nuestra «querida» casta política, hay que botarles a puntapiés, si se hace necesario. No solo en Asturias hay hartazgo. Esto es algo que padecemos en toda España, fundamentalmente porque aunque los políticos se llenan la boca con mensajes de bondades sin fin y de maravillas que van a hacer, la realidad nos baja al suelo al minuto siguiente con tristes hechos y lamentables consecuencias.