Esos sindicatos obreros se suelen quejar de la campaña de desprestigio contra ellos. Lo cierto es que su anquilosamiento y su abuso permanente han llevado a la propia sociedad a decir eso de “hasta aquí hemos llegado”. Precisamente quienes desprestigian este modelo de sindicalismo son los ciudadanos más dañados por las acciones sindicales, así como los sectores más serios de la economía y la política.
Y como de costumbre, ese sindicalismo decimonónico se hace la víctima y si tiene que mentir, miente. Bien es verdad que el desprestigio que les acompaña lo iniciaron ellos mismos: recuerden a la mafia sindical tirando basura en el metro de Madrid para entorpecer la vida diaria y prolongar los contratos de trabajo.
Lean, lean ustedes algunas entrevistas a ciertos ‘vividores’ sindicales: dicen que el 80% de sus ingresos proceden de las cuotas de sus afiliados. ¡Hace falta ser casposos, caraduras y estar desinformados para decir algo así! No hay más que hacer un seguimiento del BOE y de los boletines de las comunidades autónomas; son abusivas las cantidades, millonadas, que reciben de dinero público, en muchos casos para cursos de formación que generan todas las dudas del mundo.