Cuando estamos acabando la primera decena del siglo XXI no se entiende la actitud que los sindicatos de clase tienen en España. En vez de apoyar y trabajar por los trabajadores, se empeñan en apoyar al Gobierno, haciendo daño a la ciudadanía y al empleo. Se han convertido en enemigos del trabajador, en vez de en apoyo, colchón y estímulo.
Tanto el sindicato socialista como el comunista se empeñan entre otras pretensiones, en que el Estado no tiene por qué mantener a la Iglesia católica. Siempre han defendido que la Iglesia aporta y reporta más vicio y ocio a la ciudadanía que beneficio y ayuda. Lo cierto es que hasta el Gobierno socialista se vuelca con la banca y con las clases pudientes, mientras menosprecia a la Iglesia y a las organizaciones afines volcadas con los más necesitados.