El presidente Zapatero, desconcertado como casi siempre, vuelve a improvisar en su plan de ajuste, haciendo más daño a quienes más cerca tiene físicamente, pero cada vez más alejados ideológicamente. Tal vez lo más triste es que, dentro de la torpeza que se le reconoce, ha consentido que ese ajuste venga desde fuera, impuesto a presión y siendo injusto a todas luces, lo cual agudiza aún más su torpeza y sus acreditadas malas artes.
Se puede reducir el gasto público sin necesidad de sacrificar a funcionarios y jubilados. Hay muchos asientos contables de donde sacar dinero. Asientos cuyos montantes económicos no sirven para nada, salvo para pagar ‘babeo‘, genuflexión, silencio y obediencia. De ahí que se puedan eliminar Ministerios inservibles (Vivienda, “Igual-Da”, Cultura…, así como dos vicepresidencias con absurdos cometidos), eliminar cuanto antes el injusto y fraudulento PER, rebajar el subsidio de paro y el tiempo de cobro, suprimir los cientos de coches oficiales del Estado y autonomías, suprimir las tarjetas de crédito de altos cargos, eliminar ayudas insolidarias que solo fomentan la obediencia, perseguir el fraude y rebajar los sueldos en numerosas actividades del ámbito privado.
Nadie tiene dudas que el recorte es improvisado. Y lo es porque las medidas carecen de sentido y de ética, así como no van a aportar los medios que pretende el Gobierno del impresentable presidente del Gobierno. El indigente intelectual de Moncloa ha hecho recaer todo el peso del presunto ajuste sobre los colectivos más débiles, especialmente los funcionarios.