Barcelona es una ciudad acogedora, monumental, abierta, de gente amable, cuya visita es siempre recomendable, todo está bien salvo la tropa socialista y nacionalista que los gobierna, capaz de convertir una saludable realidad plural en una acomplejada tribu aspirante a nación inventada.
He estado unos días en la ciudad condal y tomé el “Barcelona Bus Turistic”, transporte oficial dependiente del ayuntamiento, en cuyo audio escuché una serie de majaderías que en una ciudad normal supondría dimisiones.
El audio, es una grabación que escuchan dos millones de turistas al año, que desprevenidos, son picados por el escorpión separatista que, entre monumento y monumento, les habla de “identidad catalana, nación, país, fiesta nacional catalana, diada, derechos históricos, Franco…”, y crea en el pasajero desinformado una idea contraria a la realidad histórica.
En el bochornoso audio habla de la inexistente Corona Catalano-Aragonesa, cuando la realidad es que nunca hubo ni rey, ni corona catalana, sino “condados catalanes” que, junto a los reinos de Aragón, Valencia y Mallorca y otros dominios territoriales conformaron la Corona de Aragón, hasta que esta, encarnada en Fernando el Católico se unió a la Castellana en 1469 por matrimonio.
La bandera de la Corona de Aragón, las cuatro barras que lucen en su enseña las cuatro comunidades autónomas que la conformaron, ha sido también transformada en “bandera nacional catalana”.
Haber sido un reino o un condado no resta ni suma importancia, -Cataluña lo es sin necesidad de tergiversación alguna- pero falsificar la historia de forma constante manifiesta un enfermizo deseo separatista plenamente instaurado en el socialismo catalán y animado por Rodríguez Zapatero.
Hoy el Conde de Barcelona, heredero dinástico directo de aquellos señoríos es el Rey Juan Carlos I, como hasta 1993 lo fue su padre Don Juan de Borbón.
Contra todo pronóstico los romanos no vinieron a la península a conquistar la Hispania Romana, sino que Hispania para el Barcelona Bus Turistic no existió y el verdadero propósito de los paisanos de Julio Cesar era fundar Barcino, Tarraco y Ampurias, tres ciudades catalanas. Sin embargo la destacable realidad de que la Tarraconense fue la provincia Hispana más importante, muy por encima de las otras dos -Lusitania y Bética- y que llegó a ocupar más de la mitad de la Península naturalmente se omite.
Además en este fantasioso viaje por la preciosa Barcelona uno descubre que el Museo Nacional de Arte de Cataluña, contiene “mil años de arte catalán” ni ibero, ni romano, ni gótico, ni barroco, ni nada, arte catalán y punto. Esta aberración artística, y las restantes, los manipuladores separatistas del PSC no lo reflejan en la Guía escrita, dejarían pruebas del delito.
Llamativo es también la censura que sufre la plaza de toros de las Arenas, a la que los indefensos extranjeros miraban interesados, como Michele Obama en Ronda, que además tiene una fachada nazarí digna de comentario, y mientras era ignorada el audio hablaba de “identidades y agravios”.
La profesionalidad y el buen servicio de los trabajadores del Bus no merecen tampoco ser dirigidos por sectarios que hacen negocio de la manipulación y la elevación de nuevas fronteras.
Si Jordi Hereu, alcalde de Barcelona mantuviese un ápice de su dignidad perdida cesaría a Assumpta Escarp la concejala socialista que preside los Transportes Metropolitanos de Barcelona, pero siendo este el partido de Zapatero y Montilla es posible que la asciendan.