Mientras el ‘animalismo’ habla de política de acoso, represión, odio, aventa actitudes fascistas e intransigentes y, salvo rara excepción, milita en la siniestra comunista o socialista, el tranquilo aficionado taurino sabe distinguir perfectamente la línea que separa las libertades individuales y colectivas. Y no solo sabe distinguir la evidencia, sino lo hace con normalidad, sin estridencias y no falto de elegancia.
Por eso, de poco va a servir a la corriente ‘animalista’ la actitud que viene manteniendo. Mucho ruido y apenas nueces a su alrededor. “Los altavoces – decía Hans Kaspar – refuerzan la voz, pero no los argumentos”. De ahí que cada vez se les haga menos caso; máxime cuando abusando de su politización mezclan conceptos tan equidistantes como ETA y el maestro de Ubrique o la libertad que sabe distinguir el aficionado taurino y el fascismo represor que demuestran los ‘animalistas‘ o «animalones«, como se les conoce entre muchos sectores.
El colmo de la bestialidad de quienes se autodenominan antitaurinos es la utilización de conceptos peregrinos e indeseables sentimientos. No conformes con cercenar la libertad de los otros, a la vez que demuestran falta de formación y de cultura democrática global, no dudan en comparar las víctimas del terrorismo con los toros; demuestran su militancia cavernaria, su odio refulgente y su miserable persona. La prueba es contundente: un representante de la asociación antitaurina vascallegó a plantear hace unos días que «alguien tendrá que explicar por qué se permite la tauromaquia, o por qué se condena a ETA y no a Jesulín de Ubrique«. ¿Se puede ser más irracional y peor persona? ¡Imposible a la vista de sus declaraciones!
Su demostrada estupidez le ha llevado a hacer un absurdo planteamiento a los diputados vascos, como el hecho de que tener que explicar con argumentos por qué está permitido el «terrorismo taurómaco» (sic) y no la violencia terrorista. Con ello se ve el plumero a este tipo de individuos y demuestran su pasividad por el ser humano, a la vez que alientan el terrorismo y alardean de ETA y sus actividades, mientras dicen no estar politizados.
Estos colectivos, a quines se suele hacer menos caso que a quien inventó el rodal alfarero, han demostrado que en Cataluña les importa tres pepinos y medio los toros y lo que se haga con ellos; sin embargo, se mueven en mundo politizados por segundones y lo que pretenden es conseguir algo (lo que sea) que suponga diferenciación con respecto a España.
Quien no quiera ver actitud fascista y represivas e inclinaciones comunistoides es que está ciego, desorientado, preso de ignorancia y manipulado desde la caverna más anquilosada y desde el incomprensible radicalismo. Con ello vienen a demostrar una ignorancia descontrolada. Eso sí, acaban llamando «fascistas» a quienes no piensan como ellos, muy propio del radicalismo de la ‘izmierda’ irreverente.