Una serie de pequeñas noticias y los datos económicos aportados por indicadores económicos empiezan a mostrar una realidad mucho más dura para los catalanes adormecidos por los largos años de propaganda nacionalista. La región que hasta hace treinta años había sido ejemplo para los españoles, el símbolo de libertad de pensamiento y el motor económico de España, ha dejado de serlo hace ya algunos años. Parece que ha entrado un virus que impide ver las cosas con claridad a los catalanes y los encierra en sus egoísmos nacionalistas y fustraciones autonómicas que no dejan percibir los verdaderos problemas mientras en otras partes se afronta la crisis con más claridad de ideas, como en la Comunidad de Madrid, Navarra, Murcia o La Rioja, todas muy por delante de una Catalunya cada vez más encerrada en si misma.
Datos económicos dispersos van apareciendo en la prensa que nos indican sobre la grave situación silenciada desde la Generalitat, como la imposibilidad de poder situar la deuda en el mercado internacional que obliga a que sean las cajas catalanas quienes asuman esta financiación en detrimento de la empresa privada, los datos que indican que Cataluña tiene en este momento con 25.079 millones de Euros de deuda pública regional que es ya la cuarta parte de todo el territorio. (…). Otro dato anecdótico es la renuncia del actual Conseller de Economía, Castells, a formar parte del tándem electoral socialista para las próximas elecciones, que podría interpretarse como un fracaso de su gestión.
Por otro lado, la presión independentista que se resume en el discutido Estatut y que se despliega con una serie de normas idiomáticas que producen toda clase de molestias a ciudadanos, como la educación solo en catalán, las sanciones idiomaticas, leyes del cine, el CAC que no se ve la necesidad de las mismas, salvo que se pretenda diferenciar y separarse y establecer el control desde la cada día más poderosa clase politica catalana sobre el resto de la población, que impide la circulación de personas e impide la creación de negocios por el exceso de regulación. Todo añadido al enorme dispendio público que representa la obcecación para llevar a cabo todas estas políticas soberanistas.
Este rechazo que se vio reflejado la pasada semana ante la prohibición de la fiesta de los toros frente a los correbous de los pueblos, se manifiesta de nuevo una nueva hipocresía del poder ejecutivo dispuesta a tensar la cuerda con el resto de España, que motiva que una gran cantidad de catalanes empiecen a preguntarse si la deriva nacionalista del Estatut y sus consecuencias les van a solucionar realmente sus problemas y devolverles el estado del bienestar perdido.
Es un problema que sería resuelto con la simple pregunta en referéndum ¿Quieren los catalanes independizarse de España? La respuesta que probablemente la intuimos todos, seria un NO rotundo. Mientras todo es marear la perdiz y echar la culpa a los demás con tal de mantenerse en el poder.