Está claro que en el ‘razonamiento‘ de los 22 años no podemos ampararnos, pues de hacerlo así, alguien con esa misma edad daría de bofetadas al presidente del Gobierno, por poner un ejemplo, y estaría disculpado o incendiaría la catedral de la Almudena o el museo del Prado y habría que darle palmaditas.
Hay quien madura con dignidad teniendo 22 años, mientras otros siguen teniendo separados los amores y los odios. Ya se sabe que «un hombre educado es el que tiene los amores y los odios juntos», como pensaba Lyn Yutang.