«La fuerza del carácter con frecuencia no es más que la debilidad de los sentimientos», decía Arthur Achinitzler. Eso es lo que le sucede al indigente intelectual de La Moncloa. Este manso e impotente es incapaz de responder al mameluco que reclama Ceuta y Melilla, como es incapaz de poner freno al inútil que no tiene otra ocurrencia que atacar al principal partido de la oposición española (nos referimos al indio del pollo amariconado, Evo Morales).
Y por si no era suficiente, el «tonto contemporáneo» tampoco ha sido capaz de callar la crítica de la «montonera» argentina que se ha atrevido a poner en duda y en solfa a nuestra Justicia. Si bien es verdad que la Justicia española es un cachondeo con mayúscula, por no decir una «puta mierda» en avance de descomposición, como consecuencia de ‘tontos ajusticiados en letra’ como Garzón, lo cierto es que el ‘inútil amemado’ de Moncloa nunca debió consentir que la primera dama argentina se metiera en camisas de once varillas. Y no hubiera estado de más que Zapatero hubiera recordado a esta eminente ‘babosa‘ su pasado de prostíbulo, tratas, drogas y blanqueo de dinero, hasta acabar en el corrupto y despreciable «corralito«.
No solo tenemos un inútil como presidente, sino que — además — no nos sirve de nada. ¿Alguien se sorprrende de que le hayamos perdido el respeto y le llamemos de todo cada día? ¿Acaso alguien se sorprende de la cantinela que le han endosado? El grito de guerra contra el «tonto contemporáneo» se ha convertido en: «¡Ese leonés, hijo p… es!».