De todos es sabido que Rodríguez Zapatero, el presidente del Gobierno que llegó a Moncloa en tren de cercanías, y sobre quien aún recaen numerosas sospechas al respecto, se ha convertido en el hazmerreír de la clase política.
En España representa al inepto que llegó al poder por el contubernio de la ‘izmierda‘ para que no siguiera gobernando el Partido Popular. Y en Europa y América es el ‘babeante’ que hace los recados a Merkel, Sarkozy, Berlusconi y Obama.
Presumió de la economía española mientras le duró la hucha que le dejó Aznar, pero cuando ha tenido que generar ahorro y crear puestos de trabajo ha demostrado que es un ‘muñones’, un paranoico con mayúsculas y un indigente intelectual.
Si a ello unimos su permanente torpeza para formar equipos de trabajo y la elección de ‘muñecas chochonas’ para dar la cara o dirigir Ministerios, entonces estamos ante el simple aprovechado al que imita Mr. Bean.
Por cierto, Mr. Bean, un personaje del espectáculo que ha llegado a avergonzarse cuando le comparan con el gótico-esperpéntico de la política española y «tonto contemporáneo», Rodríguez Zapatero.
Nadie debe dudar de la incompetencia del presidente del Gobierno y jefe del aturdido y desconcertado socialismo. Un presidente a quien la ciudadanía se dirigirá en los próximos días, en cada una de sus visitas y en los actos a los que acuda con el remedo de lo que vociferan a Cristiano Ronaldo en algunos campos de fútbol. Para ello han arreglado la musicalidad del grito: «¡Zapatero, ese leonés, qué hijo puta es!» .