El Ministerio de Educación ha ido dando bandazos desde que transfirió la educación a las comunidades autónomas. Ni siquiera ha sabido ser líder serio y riguroso, como se esperaba.
Tanto en los Gobiernos de la retardada derecha como en los de la confusa izquierda, el Ministerio no ha sabido ‘coger al toro por los cuernos’. Ahí tienen el ejemplo de Cataluña, País Vasco y Galicia, principalmente, donde durante años se ha denigrado la enseñanza en castellano, incumpliendo reiteradamente el mandato constitucional.
Nos atrevemos a decir que el Ministerio de Educación sigue paralizado también en esta legislatura. No ha sido capaz de hacer los deberes y, cuando lo ha intentado, le ha tocado rehacerlos, porque ha carecido de asesores serios y rigurosos.
Recuerden el ejemplo del ordenador para cada niño; la asignatura de la educación para la ciudadanía; la deficiente estructuración del bachillerato; la preocupante promoción en éste; el varapalo de Tribunal Superior de Justicia; el considerable descenso de las becas; el ocultamiento de las políticas sociales y las numerosas promesas incumplidas, por citar algunos de los más llamativos.
Casi todas las autonomías tienen transferidas las competencias sobre educación, dejando poco espacio competencial al gobierno central.
Escribo desde Valencia, una comunidad destrozada por la mala gestión de los responsables educativos (recordarás lo de la EpC en Inglés, que todavía colea, pero podría comentarte algunos desaguisados más), y te aseguro que no hay gobierno central que valga, si en todas las autonomías se legislara con la falta de criterio razonable que se hace aquí.