Es vergonzoso pasear por los pueblos del País Vasco y encontrar permanentes alusiones a los presos; a su acercamiento y al cambio de la política penitenciaria; ver las jaulas simulando cárceles, como si fueran monumentos dignos; comprobar cómo plantan en las paredes carteles de presos y asesinos, como muestra de aguerridos gudaris; leer expresiones, como si los asesinos y represores del pueblo vasco fueran presos políticos, o las verjas de instituciones bancarias decoradas con retratos de asesinos, colaboradores y soplones de ETA.
Toda esa parafernalia de vergüenza y represión lo ha consentido el Partido Nacionalista Vasco durante muchos años. Ha sido parte de su política para recoger los frutos del árbol que castiga ETA a diario.
El pueblo se ha hartado de la incompetencia nacionalista y ha hablado. Ahora quienes deben callar sobre esos temas son los dirigentes del nacionalismo vasco y todo su entorno, mientras hablan quienes están dispuestos a construir una nueva comunidad vasca y a trabajar por su futuro, profundizando en la convivencia, en la paz y en la aniquilación definitiva de ETA.