La calle debe pronunciarse sin tardar. Así no vamos a ninguna parte. No hay que permitir que el socialismo arruine la revolución social pendiente. España no puede seguir albergando vagos, maleantes y liberados sindicales que agotan la paciencia del más pintado y crispan el día a día de los trabajadores.
La Seguridad Social está en este momento al bode de la quiebra. Los ahorros de Rodrigo Rato los ha dilapidado el gobierno socialista, con mal llamadas ayudas a las que suele apellidar como ‘sociales’. Recuerden la chapuza de los 400 euros, la esperpéntica ayuda de los 2.500 euros para unos pocos, donde se excluye a los inmigrantes, las falsas medidas de igualdad, el engaño a las comunidades y a los ciudadanos con la ley de dependencia, la política de gratuidad y abuso destinada a los inmigrantes, el famoso y pernicioso IMI destinado a presuntas clases desfavorecidas y que tanto daño, desprecio y tanta mentira acumula, además de generar crispación en muchos sectores por la injusticia en su adjudicación.
En cuatro años el Gobierno ha traído la desconfianza, el abuso, la corrupción. Decía William Faulkner que “se puede confiar en las malas personas, no cambian jamás”. El primero en traer a España el desprecio ciudadano fue Felipe González y su alumno, Rodríguez, lo ha resucitado. Maldito sea el socialismo con sus desprecios y ruindades, como dijo Rubén Sacerdote.