España está de enhorabuena. También lo está Rodríguez Zapatero. La dimisión del falangista y ex ministro de Justicia abre una puerta de aire fresco a la democracia. Con él se había convertido la Justicia en el hazmerreír de la democracia; una democracia que empezaba a ser patatera y de mal gusto.
Ayer, a las siete y cuarto de la tarde, le presionaba el presidente Zapatero y le daba el ultimatum. Bermejo no ha sido capaz de soportar la presión y el desprecio de la ciudadanía. Sus insultos a los ciudadanos ya no serán igual. Su desprecio a los caseros de la cacerías le serán devueltos en forma de declaración (Ver el diario el mundo del 22 de febrero). Zapatero estaba de él muy harto, como lo estaban ‘la mona’, ‘la pija’ y ‘el tuerto’. Sin duda el más asqueado de tener un ministro así era el siempre formal, aunque retorcido, Fredy Pérez Rubalcaba.
Ni España se merecía un dictador venido a menos desde las filas socialistas, ni la democracia podía seguir soportando a un estúpido de tan grueso calibre. Pero la dimisión no debería ser exclusiva. No es lógico, ni ético, ni formal, ni siquiera normal que el tal Garzón — con tanto trabajo abandonado por incompetencia manifiesta — siga en la Audiencia.
Alguien tiene que tomar medidas y hacerle ver que con tanto paro, los vagos no tienen hueco bajo el sol, aunque sí a la sombra. ¿Quién va a atreverse a investigar a Garzón, antes de que lo haga un tribunal del pueblo?
Hoy Zapatero está de enhorabuena. Lo está el Gobierno. Lo celebran los ciudadanos con vino espumoso de Castilla. Ha ganado la democracia. El Gobierno recupera un poco de credibilidad, si bien con ministros como ‘el tuerto’, ‘la pija’, ‘el pelos’ y ‘la mocos’,… poco puede durar la credibilidad. Ni siquiera saliendo a escena ‘la mona’.
Esta vez gana Zapatero. Por el contrario, la oposición sigue desaparecida, como de costumbre. Rajoy no puede ganar. Ni siquiera vamos a consentir que gane. Con que haya un tonto en la película es suficiente.