Mariano Rajoy acaba de prometer en Zamora que volverá a esa ciudad en AVE y como presidente del Gobierno. Lo primero puede que se cumpla, lo segundo está más complicado. A su designador, José Mª Aznar, le sucedió lo contrario con respecto a Valladolid: en la campaña electoral de 1996, en la plaza de toros de la capital castellano-leonesa, prometió volver a Valladolid en AVE antes de cuatro años. Y aquí llegamos. Eso sí, volvió como presidente del Gobierno; aunque lo hizo para celebrar comilonas, divertirse, resolver algún que otro problema personal a su amigo Lucas y abrazar a sus amigos y correligionarios. Pero nada más. ¡Ya está bien de promesas! ¡Empiecen a trabajar, señores!
Con la llegada de José Mª Aznar al Gobierno de la nación, Castilla siguió como estaba; es decir, tan abandonada como León. Para el Gobierno Aznar se llevaron importantes cuadros humanos que hubieran venido muy bien a la comunidad. Esos cuadros acabaron formando el Clan de Valladolid. Desde entonces hasta hoy poco ha cambiado: Castilla y León pierden población; la deslocalización de empresas es moneda de curso corriente en León y en Castilla; apenas llegan empresas nuevas a la región y, cuando alguna lo intenta, surgen los enfrentamientos entre las instituciones interprovinciales; la formación profesional sigue dando bandazos; somos líderes regionales en emigración; apenas se crea empleo; los universitarios no suelen encontrar trabajo en León y Castilla; el éxodo rural es cada día mayor; las políticas para evitar la despoblación han llegado tarde, muy tarde, además de no haber dado los resultados esperados, y los múltiples observatorios no saben qué observar.
Observamos carencia de cintura política al abordar la problemática social, política y económica que surge en la comunidad y, cuando los problemas se plantean, suelen eternizarse sin solución: autovías a Soria, Segovia y León; escándalos con las VPO; cierre de empresas; frecuentes deslocalizaciones,…
El Gobierno regional pierde ocasiones a diario. Dedica excesivo tiempo en criticar a otros gobiernos y administraciones. Así difícilmente llegará a parte ninguna. Lo ha demostrado en sus feroces críticas al proyecto de ‘ley contra vino’ y a la petición de dimisión de la ministra Salgado. ¡Cuántos consejeros de la Junta de Castilla y León deberían dimitir por su demostrada y diaria incompetencia!
Seguimos viendo consejerías donde sus titulares no saben si matan, hieren o espantan. No es de recibo que un miembro del Gobierno Herrera, en una de sus salidas nocturnas por la capital vallisoletana, se ‘parta el pecho’ a reír ante las declaraciones de su jefe nacional en radio, mientras el taxista que hace el servicio calla, observa, se asombra y sonríe avergonzado. Por ello, el presidente Herrera debería ‘barrer su casa’ regional antes de denunciar la suciedad de la casa de su contrincante político.
Y por si no es suficiente el caos que alumbra y acompaña a Castilla y León, el casi desconocido presidente de la comunidad ‘destierra’ a la alcaldía de Zamora a quien ha sido la ‘Joya de la Corona’ castellana y leonesa, Rosa Valdeón Santiago. Herrera desnuda a toda una comunidad para echar un simple capote a Zamora. Esa medida es incomprensible, lo que le ha llevado a convertirse en el hazmerreír de sus propios consejeros. ¡Ay si supiera lo que de él piensa la ciudadanía por esta medida tan impopular! En fin, para echarse a llorar y para correr a gorrazos a ‘Juanvi’ Herrera.