burka si, burka no

Tranquilitamente

Hay mujeres a las que les sentaría muy bien el burka y no habría por qué prohibírselo. Y no son dos ni tres, como todo el mundo sabe. Y a los hombres tampoco les vendrían mal esas chilabas de los jeques que se pasean así por medio mundo sin llamar a nadie la atención. La cosa está en que hay que vestirse como sea, pero que no tengan que mirar para otro lado los demás, al vernos aparecer vestidos o desvestidos de una manera u otra.
Algún ayuntamiento tiene problemas con la cantidad de gente que se pasea con el torso al aire por las calles, aunque sólo sea por que hay torsos y torsos, y hay muchos más de los que no se parecen a Schwarzeneger ni a Scarlet Johannson, que de los que sí. Un burka a tiempo solucionaría muchos de estos asuntos, o importar la moda africana, árabe o indostánica, de los vestidos amplios y la cabeza tapada, que se saben poner los que viven en paises en los que hace mucho calor.
La ropa estrecha deja ver a veces cuerpos impresentables; y cuando lo que se ve pudiera parecer interesante, en muchas ocasiones revela también una lucha titánica por martirizarse con dietas, cuchilladas y pegamentos, para disfrazarte con un aspecto sobrepuesto, que te convierta en cualquier otra persona. La pérdida de identidad corporal se da mucho más entre la gente que se exhibe que entre la que viste con amplitud. Porque esa gente no quiere parecerse a sí misma, sino a Schwarzenegger o la citada Scarlet, y así demasiados stallones o penélopes solo les dicen a cirujanos y peluqueros: yo quiero ser como el o la de la foto, porque es que no me aguanto ya como soy.

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