Tranquilitamente
Todo lo que pasa se puede resumir con tres refranes del más rancio abolengo en el refranero español. El primero es “piensa el ladrón que todos son de su condición”, que es lo que uno es, si cada vez que alguien se lo lleva crudo, uno va y piensa que él en su lugar haría lo mismo, y que cualquier otro también; que todos pillan todo lo que pueden hasta que les pillan, y que si uno mismo se encontrara en la ocasión, pillaría también, hasta reventar; pillaría hasta que le pillen, y entonces, a decir: no soy tan culpable porque lo hace todo el mundo, y yo no tengo por qué ser menos, que para eso estamos en democracia: todos iguales, todos pillamos, y el que venga detrás, que arree.
Como la administración de la Justicia suele ser desesperadamente lenta, la gente se dedica a ajusticiar por su cuenta en cuanto le dan un minuto para rajar de alguien; y cuando llega la sentencia, muchos ya ni se acuerdan de lo que juzgaban por sí mismos imperiosamente. El “piensa mal y acertarás”, suele ser el modo que tienen los españoles de valorarse unos a otros, con la idea de que, como los jueces lo resuelven todo tarde, y a veces, mal, más vale ir adelantando el juicio por lo peor, no vaya a ser que nos quedemos cortos y como unos panolis, por no saberlo ya antes que nadie.
El tercer refrán es: “mal de muchos, consuelo de tontos”. Como esto ya no hay quién lo arregle, y nosotros somos así; parece mentira que pepito haya vuelto a caer en lo mismo en que caeríamos tu y yo si nos encontráramos en su situación. O sea, tira para adelante y a quién Dios se la dé, San Pedro se la bendiga.